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María Pineda, con el alma llena de esperanza
La modelo falleció ayer en Málaga, víctima de cáncer, a los 54 años de edad
Con el alma alzada y las manos temblorosas me visto de luto a las 07:45 horas, cuando, sobresaltada, se disparan todas las alarmas para parar mi sintonía de vida. Respiro hondo y muerdo el primer bocado de algo que no podré digerir. Ya no te podré entrevistar de nuevo, pero sí decirte que tú me brindaste tu sonrisa entre Prim y Almirante hace 20 años, abasteciéndome de ternura y calor. Derrochabas belleza, y convertías la miel de tus ojos gitanos en el dulce que todos querían morder y no lograron, porque saltabas los obstáculos como la marea embravecida que relaja la orilla después de haber salido de la tempestad. Entre sedas y palabras carmín, ensortijabas con tus rizos a cualquiera que se ofreciese a ayudarte a ayudar. Tanto nos has dado como ahora nos dejas: llenos de amor. No pronunciaré la palabra que me niega decirle al mundo que tú has podido con ello. Eres y serás mi punto «sur-realista». Con el ébano más puro has construido de blanco la lucha de todos contra este mal para el futuro. Y yo no tengo valor de verte cómo te marchas, como si no pasara nada. Pero descansa, porque si tú no tienes ganas, no tenemos nada. Todo pasa tan rápidamente que siempre dijiste que de esto se salía. No tengo derecho a decirte adiós porque es tanto lo que has dejado que con una vida te basta. Sus pestañas amigas, como racimos de boquerones, se abrieron y cerraron hoy para mover el mar y devolverme las cinco rosas blancas alineadas; a mi pregunta su respuesta fue: «Sí». Qué torpes somos, siempre fue: «Sí, para adelante. Aquí estamos».
Los que te conocimos seguiremos inventando cada día una excusa para recordarte al alba. Pero entiende que no puedo pasar un minuto sin revolverme por no poder volver a decirte que María, suenas, hueles y te mueves con una mezcla de coraje que regalabas; y ahora déjame sólo un poco que decaiga, llorándote desde Málaga al mar, buscando la llave que cierre el dolor.
Al cielo la mirada, al horizonte. Son las 19:45 y tengo que escarbar más en mis recuerdos sin ver más allá de tu risa. Te estaremos buscando en cada uno que flaquee, aunque hoy, María, la suerte no vino contigo. Amiga, hay arena en el silencio, el aire te lleva como un foulard de flecos cargados de guirnaldas de adjetivos delicados. Estoy encerrada en un texto equivocado, sintiendo mil llagas en las manos al saber que te encontrabas en un cuerpo que tanto te hizo sufrir. Pero demostrando que tu máxima fue vestirlo con tu manera de sentir. La esperanza nos ha jugado malas pasadas descubriendo el afecto que entregabas a la hora de vivir.
«Por ti todo valió la pena»
Ahora, el tiempo va peinándote sin sentir que esto es una condena porque por ti valió todo la pena. Sé que donde vayas aún sonreirás con más fuerza, ya que nunca escondiste tu bien. Por eso, azota ahora el negro de nuestras razones. En este momento sabemos de nuevo lo que se sufre en soledad. Si no eres tú, zíngara, ya esto no se baila. En este momento la luna ya es negra y negras las estrellas porque te ven partir. Nos dejas sin saber si estamos libres de culpa o somos culpables, pero te hago la última propuesta, que intentemos terminar lo que tú nunca dejaste a medias: vivir, dejar vivir y ser feliz.
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