Casas reales
Monarquimanía: «God save Kate & Meghan»
Kate Middleton y Meghan Markle se han convertido en las protagonistas de la monarquía británica, una novedad después de lo vivido con las anteriores mujeres que han pasado por la vida de los Windsor.
Buckingham Palace lleva casi siete décadas siendo un matriarcado. Las cosas no siempre han sido fáciles para Isabel II, pero la Casa Windsor vive ahora un momento de esplendor. Recién cumplidos los 92 años, la monarca no tiene intención de abdicar. Cuando la semana pasada acudió al Royal Albert Hall para disfrutar del concierto que se celebró en su honor se mostró radiante. No cabe duda de que es la piedra angular de la monarquía británica. Con todo, a lo largo de su reinado, ha habido otras mujeres que han protagonizado momentos determinantes para la corona. Y no siempre ayudando especialmente a incrementar su popularidad. Pero ahora todo ha cambiado con la llegada de dos jóvenes: ¡God save Kate y Meghan! La mujer del príncipe Guillermo y la futura esposa del príncipe Enrique han inaugurado una nueva era en Palacio contribuyendo a mejorar, aún más si cabe, la imagen de la propia reina.
De alguna manera, esto es algo nuevo para Isabel II porque los episodios vividos con otras féminas de palacio no habían sido fáciles. Empezando por Wallis Simpson, la responsable de cambiar por completo la vida de la monarca. Si la socialité estadounidense no se hubiera cruzado en el camino de su tío, el príncipe Eduardo, éste no habría tenido que renunciar al trono e Isabel habría sido una mujer en el anonimato. Por otra parte, cuando se convirtió en reina, su propia hermana, la princesa Margarita, tampoco le puso las cosas sencillas. Causó gran revuelo cuando, en medio de los preparativos para la coronación, pidió permiso para casarse con Peter Townsend, un plebeyo divorciado 16 años mayor que ella y con dos hijos de su anterior matrimonio. Tras dos años de espera, el casamiento nunca llegó a producirse y los periódicos de la época echaron en cara a la monarca haber arruinado la felicidad de Margarita. Más tarde llegó Lady Di. De nuevo, la reina recibió grandes críticas por la respuesta (o mejor dicho, no respuesta) que ofreció tras el fallecimiento de la que fuera su nuera. «Muestre un poco de compasión, señora», se llegó a leer en los titulares. Y por último llegó el momento de enfrentarse al «caso Camila». Después de no haber consentido que su hermana se casara con un divorciado, la soberana tuvo que ser testigo de cómo su propio hijo Carlos, el heredero al trono, contraía matrimonio con su eterna amante.
El centro de atención
Las cosas en la Casa Windsor ahora son muy diferentes. Catalina y Meghan son el centro de atención. Y para bien, para muy bien. El pueblo las adora, lo que tocan se convierte en oro, los modelos que lucen se agotan y sus caras están en cada una de las piezas del ecléctico merchandising real. Aunque ambas tienen la misma edad, 36 años, no pueden ser más dispares. Catalina ofrece esa imagen tradicional y ha garantizado el futuro de la corona con sus tres hijos. Meghan, por su parte, está divorciada y es americana, como Wallis Simpson. Pero su pasado se interpreta ahora de una manera muy distinta. Aporta ese punto de modernidad e incluso rebeldía tantas veces asociado con el que el próximo 19 de mayo se convertirá en su marido. Y eso gusta a los súbditos. No cabe duda de que Kate y Meghan son la noche y el día y, sin embargo, ambas han creado una «marca» de lo más prolífera para Buckingham.
Los guiños que las dos tienen con Isabel II son constantes. Meghan, por ejemplo, se casará con el príncipe Enrique en la capilla del Castillo de Windsor, uno de los sitios más especiales para la monarca (pasa más tiempo allí que en Buckigham). Por su parte, desde que se convirtió en duquesa de Cambridge en 2011, Catalina también ha realizado numerosos tributos, aunque la mayoría, desapercibidos para el gran público. Cuando esta semana, por ejemplo, presentó a su tercer hijo a la salida del hospital, todos compararon el vestido rojo que lucía con el que en su día llevó Lady Di tras dar a luz al príncipe Enrique. Pero pocos percibieron que los pendientes de Kate eran un regalo que le hizo la monarca de manera muy especial, ya que formaban parte de las joyas personales que le habían acompañado a lo largo de toda su vida. De hecho, la última vez que Isabel II los lució fue durante los festejos de su Diamond Jubilee en 2012.
Los orígenes de las jóvenes también son de lo más dispares. Meghan se labró una carrera como actriz y antes de conocer al príncipe Enrique tenía una fortuna valorada en 3.7 millones de libras (alrededor de 4,2 millones de euros), según celebritynetworth.com. La carrera laboral de Kate es sin embargo más escueta. La actual duquesa de Cambridge conoció a su marido en la universidad y durante el largo noviazgo, su trabajo se enfocó más en prepararse como futura reina consorte. Con todo, el patrimonio neto de Kate está valorado en 7.3 millones de libras (8,4 millones de euros). Gran parte de esta riqueza proviene del negocio familiar que su madre montó de la nada, Party Pieces, valorado en 36.2 millones de libras (41,3 millones de euros). En formas de ser también son muy distintas. Mientras que Kate es más tímida y, debido a su pronto noviazgo con el heredero al trono, aprendió desde muy pronto a no mostrar su opinión sobre nada, y mucho menos política, Meghan es más espontánea. En el pasado, mostró claramente sus opciones políticas, reivindicó el feminismo y compaginó su carrera como actriz con su trabajo con Naciones Unidas.
La diferencia de sus caracteres también se refleja en la manera en la que se muestran en público con sus parejas. Mientras Kate y Guillermo siempre son muy comedidos a la hora de tener cualquier muestra de cariño e incluso es difícil verles de la mano, desde el primer momento, incluso antes de que se anunciara su compromiso oficial, la actriz se ha mostrado de lo más cómplice con el hijo pequeño de la desaparecida Lady Di. En cualquier caso, entre ellas existe gran química y Kate se ha convertido en el mejor apoyo para Meghan a la hora de introducirla en la complicada y protocolaria vida de la familia real. La monarquía británica nunca antes había gozado de tan buena salud. ¡God save the Queen! ¡God save Kate y Meghan!
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