Marbella

Pantoja: lo que esconden sus memorias

¿Machaque folclórico o también repaso a su turbulenta vida? ¿Encarna y María del Monte o recurrirán al siempre salvavidas Diego Gómez? Ella fue esa, aunque a ver en qué la dejan en el «biopic» autorizado de la tonadillera, que ya está encauzado.

Pantoja: lo que esconden sus memorias
Pantoja: lo que esconden sus memoriaslarazon

¿Machaque folclórico o también repaso a su turbulenta vida? ¿Encarna y María del Monte o recurrirán al siempre salvavidas Diego Gómez? Ella fue esa, aunque a ver en qué la dejan en el «biopic» autorizado de la tonadillera, que ya está encauzado.

Cunde el pánico. Más que sorpresa o entusiasmo, su intención ha causado asombro, perplejidad, desconcierto y hasta pavor. Tienen sus razones para no entender qué lleva a Isabel Pantoja a realizar unas memorias –¿o serán desmemorias?– en 13 capítulos televisivos «autorizados», como hace dos años no lo hizo con «Mi gitana», parecida y última experiencia fallida, que enseguida retiraron tras dejarla descontenta. Prodigan el mismo interrogante, no exento de alarmas: qué contará, dónde iniciará su rememoración, la historia únicamente reflejará esa vida artística, últimamente a la baja, tras su fiasco discográfico lanzado tarde y mal, pese a firmarlo Juan Gabriel.

Queda por ver si por fin su recital abarrota hoy en Sevilla, tras los batacazos previos en Madrid y Barcelona, ya que en estas últimas horas hay aún papel sin vender. Alarmante y desconocido, al igual que los tres conciertos hispanoamericanos que montaron como triunfal «rentrée» en escenarios de más allá, supuestamente rendidos a sus garbeos únicos sobre el escenario. Nadie los pasea como aún hace ella. Sólo Concha Piquer la superó en gloriosos tiempos de la copla, de la que la sevillana tuvo lecciones magistrales. Cuentan que se lo enseñó todo. La Piquer enardecía en sus teatreros paseíllos por cómo movía el abanico o retaba al público si la copla lo exigía. Impuso y popularizó los desplantes tan diferente a doña Juana Reina, la más señora del género, que paseaba con un tronío más reposado, gorgojeante y majestuoso. Fueron espejos que miraron y admiraron Isabel y Rocío Jurado. Marifé de Triana no entraba al trapo, excesivamente dramática y con talante más desgarrador reflejado en su emblemática «Cuando nos vieron del brazo...».

Nuestra protagonista, igual que la chipionera, rejuveneció la tonadilla, copla o canción española, que de igual forma puede considerarse, y esa aportación seguramente quedará magnificada en estos capítulos, también historia de un género «made in Spain» sublimizado por Quintero, León y Quiroga.

Conocí a Isabel Pantoja cuando estrenó su primer espectáculo en el Teatro Barcelona de la Rambla de Cataluña. Allí tuve mi primer encontronazo, ya luego serial sostenido, con esta familia artística. Doña Ana, su hoy anciana y venerada madre, no se paró en barras al decirme con amor de madre: «El triángulo de la copla lo forman doña Concha, Juanita y mi niña», soltó llena de entusiasmo o premonición porque Isabel tan solo prometía. No era la actual, tan apabullante. Máximo Valverde hacía con ella «Ganas de reñir», un entremés de los hermanos Quintero para reposar tanta música. Repliqué al maternal fervor: «Doña Ana, ¿y dónde deja a la Jurado?», una objeción que ni consideró. Lo tenía bien claro, la copla sólo sobreviviría cantada por el fruto de sus entrañas.

La presencia de Máximo lanzó un interminable romance, inexistente pero bien explotado. Él le sacó tanto jugo publicitario como más tarde a su historia con la hermosa Amparo Muñoz, a la que el relamido guaperas desquiciaba por sus pretensiones amatorias. Para hacer más cálida su relación la llamaba Amparito y nuestra Miss Europa se descomponía. Fui testigo: « ¡No me llames Amparito!», le reventaba, pero el galán lo hacía por darle credibilidad a su pretensión –que no llegó a más– sentimental. Me lo contó la propia Amparo.

Pero a lo que vamos, a ese proyecto más que en marcha encauzado por una productora mexicana con intención de venderlo a medio mundo. Y surge de norte a sur la pregunta generada por el desconcierto: ¿será únicamente un repaso musical a su continuada carrera, casi siempre centrada en nuestro país porque Hispanoamérica se le resistió igual que a Rocío? Como no imagino tal machaque folclórico de «arsa y toma», supongo que incluirán momentos de una vida trágica, como la muerte de Paquirri, que cayó en sus brazos tras ser dejado por su esposa Carmen Ordóñez.

Quizá fue consuelo de su desencanto. Ellos venían de dos mundos. Los Ordóñez eran la aristocracia del toreo y don Antonio, el número uno sin auto señalarse, como hacía su cuñado Luis Miguel. Carmen siempre me contaba cómo le impactó visitar la casa rústica de los Rivera, hogar del padre de Paquirri, y ver que dormía abrazado a un gorrino o descubrir que las habitaciones no tenían puertas. La traumatizó, crecida entre confort y encajes.

¿Tomarán los guionistas el camino de los éxitos, su dolorosa consagración ya eternizada como «viuda de España», o quizá reflejen el estreno de «Yo soy esa», la mejor de sus películas, cortando la Gran Vía madrileña de un gentío hacinado para verla subir al amplio cine Lope de Vega? La «prota» llegó con Encarna Sánchez e incluso lució unos pendientes de coral y turquesa encargados por la locutora a Cary Lapique, que por entonces promocionaba lo que ahora es Vasary. Encarna la protegía y jaleaba tras decepcionarse de una Rocío impenetrable. Así daba achares, además de satisfacer su venganza de despechada. Desde sus ondas, como en «Encarna de noche», soltaba panegíricos sonrojantes exaltando a la sevillana. Por ella, aunque no para ella, alquiló un chalé en Marbella en la zona de Río Verde. Encarna estaba cegada, pero la historia no duró tras la irrupción, parece que arrebatadora, de María del Monte. Fue una amistad igualmente cegadora, que duró hasta que la creadora de «Cántame, me dijiste cántame» se largó, quizá harta y agobiada. Tal vez recurran al salvavidas Diego Gómez, que parcheó momentos comprometidos. No sé por donde encaminarán este más difícil todavía que puede ser rememorar la azarosa, complicada y casi turbulenta vida de Isabel Pantoja. Ella «fue esa». A ver en qué la dejan.