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Sánchez Vicario: La madre de Arantxa viaja a Miami para reunirse con su hija
Marisa vuela mañana y se alojará en casa de Emilio, lugar donde Arantxa «se refugió» en Navidades tras separarse de Santacana
Marisa vuela mañana y se alojará en casa de Emilio, lugar donde Arantxa «se refugió» en Navidades tras separarse de Santacana.
Una madre es una madre y el triste trance de nuestra mejor tenista, Arantxa Sánchez Vicario, no deja de conmover a una familia por mucho que ella ha propiciado todos los pasos de su vida hasta llegar a esta situación, «que es de libro», según categoriza el entorno de la familia Sánchez Vicario. «Pep Santacana es un estafador profesional. El tiempo ha acabado dándonos la razón a todos los que sabíamos y pensábamos lo mismo que los padres de Arantxa», afirma rotunda una amiga de la familia, que bien sabe para quién trabajaba el todavía marido de la tenista cuando les presentaron. El socio de Santacana era una persona a quien la clase alta barcelonesa asimilaba como «el garbanzo negro de una familia asentada de Barcelona, con una pátina de respetabilidad por venir de donde venía, pero que todo el mundo sabía de sus oscuros negocios y, de hecho, acabó suicidándose de dos tiros en la cabeza», recuerda.
Para esta persona, Santacana ha urdido la separación de forma sibilina: «Pep entraba y salía de casa como le venía en gana y hacía lo posible para que Arantxa se enterara de cada una de sus infidelidades para luego negárselas desde su postura de mártir. Siempre le decía lo mismo, que eran invenciones con el único fin de separarlos, de que desconfiara de él, que la estaban engañando. Según aumentaba la inseguridad de Arantxa y el malestar por los disgustos con su pareja, Pep le pide que acuda a un psiquiatra, se encarga de convencerla y luego ha ido guardando todos los informes». Más duro es aún lo que opinan los más íntimos de la familia: «Él quiere a los niños como rehenes, son su arma para negociar. Va a hacer todo lo posible para quedarse con ellos, aunque no los quiera para ocuparse de ellos las 24 horas del día, para asegurarse una buena pensión».
Sea como fuere, lo cierto es que esta situación comenzó hace un par de años. Hace justo uno, según ha podido saber LA RAZÓN, Marisa estuvo en Florida en casa de Emilio y su mujer, Simona –el matrimonio tiene cuatro vástagos. Desde que murió Emilio padre ella siempre se va un mes a pasarlo con su hijo mayor y sus nietos. De aquel febrero pasado, Marisa volvió «destrozada» porque no había logrado ver a su hija ni a sus nietos por parte de ésta. «No estaban separados hace un año», sentencia el círculo social de la familia en Barcelona, al respecto de que se haya publicado que la separación se produjo hace dos años.
Sí es cierto que durante unos meses, aunque estaban separados, Pep pasaba tiempo en casa, no fue una separación radical hasta hace pocos meses. Desvelan: «Fue en estas pasadas Navidades cuando Arantxa ya sola, no pudo más y se refugió en casa de Emilio. Él la acogió y le dijo que hablara con Marisa, que tenía que contárselo a su madre pese a lo mal que se había portado con sus padres en el pasado. Y lo hizo, llamó a su madre en Navidades, que fue cuando se enteró de que su hija se había quedado sola». Siguiendo con esa costumbre, Marisa viaja mañana a Florida, se alojará en casa de Emilio, como las dos últimas veces, y se reunirá por fin con su hija. El reencuentro se produce, precisamente, en el momento más delicado en la vida de la tenista, ahora que tiene que hacer frente en el Tribunal de Miami a la separación matrimonial y la batalla por la custodia de los dos hijos de la pareja: Leo (6) y Arantxa, que el martes cumple 9 años y su abuela podrá estar en ese día tan especial. Un día antes, el lunes 26, se cumplen tres años de la muerte de Emilio Sánchez, el tiempo acordado por el que la madre podría permanecer en su domicilio, propiedad de Arantxa. Pasado ese tiempo podría quedarse pagando un alquiler a precio del mercado, que sus otros tres hijos –Emilio, Javier y Marisa– siempre dijeron que pagarían ellos si Arantxa y Pep no le dejaban quedarse «gratis».
En tono más grave, los íntimos de Marisa y su difunto marido asumen que «si Arantxa vuelve a Barcelona, que sería lo ideal para ella y sus hijos, la meten en la cárcel». Ahí no tienen muchas vueltas que darle: «Es cómplice necesaria porque es ella la que tomó la decisión de poner todo a nombre de él». Aseguran saber «que el matrimonio vendió 18 propiedades, dinero que fue volatilizado en otras sociedades de las que él es administrador único porque lo ha nombrado ella».
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