Casas reales

Ernesto de Hannover y Ekaterina: Una boda en pie de guerra

El padre del novio, contrario a esta unión, cumplió su amenaza y no fue ayer a la celebración, porque asegura que «está en juego la preservación de los intereses de la Casa, incluidos valiosos bienes culturales».

Casados oficialmente desde el jueves, Ekaterina y Ernesto de Hannover celebraron la ceremonia religiosa
Casados oficialmente desde el jueves, Ekaterina y Ernesto de Hannover celebraron la ceremonia religiosalarazon

Ernesto de Hannover, el padre del novio, contrario a esta unión, cumplió su amenaza y no fue ayer a la celebración, porque asegura que «está en juego la preservación de los intereses de la Casa, incluidos valiosos bienes culturales».

Como en los cuentos de hadas, finalmente hubo final feliz y ayer Ernesto Augusto Jr. y Ekaterina Malysheva se dieron el «sí, quiero» en la ciudad alemana de Hannover. Lo que no es seguro es si los novios podrán «comer perdices». También en esta historia, como en las de ficción, el enlace del año en Alemania vino salpicado de desencuentros y enfrentamientos así como por una venganza sin precedentes a una de las casas reales más antiguas de Europa, la Güelfa. Su mayor estandarte, Ernesto de Hannover, jefe de la de Hannover y duque de Brunswick-Lüneburg, o más conocido por ser el ex marido de Carolina de Mónaco, cumplió con su amenaza y no fue a la boda de su propio hijo porque nunca la autorizó y por considerar un «ingrato» a su heredero.

La prensa germana ya habla de una «tragedia familiar de proporciones bíblicas», pero, con todo, y en un país donde todavía se añora con melancolía el pasado monárquico y donde queda alguna dinastía familiar, el evento acaparó portadas y el interés de buena parte de la sociedad que, en tiempos de incertidumbre, ansía algo de glamur y sobre todo, mucha fábula. Civilmente, los novios ya son marido y mujer desde el jueves, aunque ayer se celebró la ceremonia religiosa en la Iglesia del Mercado a la que asistieron apenas unos treinta invitados. La novia, de 31 años, lució un vestido de su amiga Sasha Mansour, que le diseñó tres para un día tan especial. Para el enlace optó por uno de corte princesa, con encaje y bordados y de manga larga. El novio, de 33, fue con el clásico chaqué y llegó a la iglesia junto a su madre, Chantal Hochuli, con un conjunto de traje y chaqueta.

Media docena de damas

La novia estuvo acompañada por seis damas de honor entre las que se encontraba Alejandra de Hannover, que hace unos días celebraba la mayoría de edad, y Dina Amer, su mejor amiga. Tras la ceremonia siguió una recepción en el majestuoso castillo de Herrenhausen, propiedad de la familia del novio. Este edificio, cuyos jardines son todo un emblema de la ciudad de la Baja Sajonia, es una de las grandes maravillas que posee la Casa de Hannover. Está situado a tan solo diez minutos de la Iglesia y el recorrido se realizó en un carruaje cerrado de 1843 tirado por seis caballos. Entre los invitados más destacados estuvieron los hermanos Casiraghi: Andrea, Carlota y Pierre, que acudió con su esposa Beatrice Borromeo. Tampoco faltó Christian de Hannover –hermano del novio– y su prometida Sassha de Osma o miembros de la aristrocracia alemana como la princesa Elisabeth von Thurn und Taxis.

Una de las ausentes, para evitar un posible revuelo o robar protagonismo a los novios, fue Carolina de Mónaco, aunque más notable fue la ausencia del padre del contrayente. Ernesto de Hannover se opuso públicamente al casamiento y, por si quedaban dudas, hace solo unos días concedió una entrevista al periódico alemán «Handelsblatt», donde aseguró que para él no fue fácil tomar la decisión: «Me he visto obligado a hacerlo porque está en juego la preservación de los intereses de la Casa de Hannover, incluidos valiosos bienes culturales que son propiedad de la Casa desde hace siglos», explicó. Una disputa que hunde sus raíces en 2004, cuando los problemas de salud dificultaron a Ernesto atender su enorme fortuna, lo que precipitó el traspaso del control a su hijo, que, unos años después y animado por la libertina vida de su padre, le arrebató asimismo la presidencia de la Fundación Duque de Cumberland, que se encarga de administrar el patrimonio familiar. Ahora, con la boda de éste, Ernesto tiene miedo de que un hipotético divorcio de su hijo ponga fin a parte de su fortuna al quedar en manos de su nuera.

Pero hay más. El novio tendrá que hacer frente a la oposición de la Casa Real británica, ya que también es príncipe de Gran Bretaña, y si Ernesto de Hannover, situado en el puesto 450, no aprueba el matrimonio, los hijos que nazcan de éste no estarán en la lista de sucesión al trono, aunque sus posibilidades de llegar a ser rey son nulas. Con todo, ayer sonaron campanas de boda aunque habrá que esperar para saber si los novios serán felices y comerán perdices.