Hollywood

Woody Allen: el polígrafo que salvó al cineasta

Mia Farrow y Woody Allen con sus hijos Moses, Dylan (de la mano de él) y Ronan (en brazos). De rojo, Soon-Yi Previn, que más tarde se casaría con el director
Mia Farrow y Woody Allen con sus hijos Moses, Dylan (de la mano de él) y Ronan (en brazos). De rojo, Soon-Yi Previn, que más tarde se casaría con el directorlarazon

En medio del movimiento #MeToo, Dylan Farrow vuelve a acusar a su padre adoptivo, Woody Allen, de abusos. Cuando lo hizo por primera vez a principios de los noventa, la Policía no encontró indicios suficientes como para que se abriese un juicio en contra del director, que superó la prueba del polígrafo. Recordamos aquí la histora de entonces.

Crece la campaña contra Woody Allen. El veterano director está próximo a la muerte civil, acusado por Dylan, hija adoptiva suya y de Mia Farrow, de haber abusado de ella cuando era una niña de 7 años. Si uno osa escribir sobre entelequias como la presunción de inocencia será automáticamente excomulgado en redes sociales. Incluso si recuerda las viejas palabras del periodista Edward Murrow, que desenmascaró al senador Joseph McCarthy («debemos recordar siempre que la acusación no es una prueba y que la condena depende de la evidencia y del debido proceso legal»), corre el peligro de ser devorado por el tribunal popular de Twitter. Nadie, excepto Alec Baldwin, parece dispuesto a hablar en favor suyo. Hasta parece normal que se le asocie con tipos como el productor Harvey Weinstein, acusado de abusos sexuales y violación por no menos de 80 mujeres. O con Bill Cosby, al que acusan cerca de 60.

Nadie recuerda, por ejemplo, que Woody Allen nunca fue enjuiciado por abusos sexuales. Sí, lo denunció su hija, Dylan, mientras Allen y Farrow mantenían una feroz batalla legal que alegraba las portadas de los periódicos sensacionalistas. Pero ni la policía ni los jueces encontraron indicios suficientes como para abrir juicio. Nadie o casi nadie comenta que a Dylan Farrow la evaluaron dos equipos forenses. El liderado por el Child Sexual Abuse Clinic del Hospital de Yale/New Haven, uno de los más prestigiosos de EE UU, con no menos de 400 casos al año, había estudiado el de Dylan durante seis meses. En su conclusión, cuyo sumario está disponible online, leemos que «Dylan no sufrió abusos por parte del sr. Allen (...) Tenemos dos hipótesis: una, que las declaraciones de [Dylan] [fueron] hechas por un niño emocionalmente perturbado y acabaron por asentarse en su mente. La otra, que fue entrenada o influenciada por su madre. No llegamos a una conclusión firme. Creemos que es [probable] una combinación de estas dos formulaciones».

Al cargo de la investigación estaba el doctor John M. Leventhal, actual director de la Unidad. En un artículo de «The New York Times» de mayo de 1993, el periodista Richard Perez-Pena transcribía que los médicos consideraban como «muy posible» y «médicamente probable» que «Dylan se mantuvo fiel a esa historia a lo largo del tiempo debido a la intensa relación que tiene con su madre (...) La imagen del sr. Allen como un hombre malvado, horrible y terrible impregnó la casa. La opinión de que él había abusado de Soon-Yi y era un posible abusador de Dylan impregnó el hogar». Leventhal también añadía que le parecía «muy sorprendente» que Dylan, «cada vez que hablaba del abuso», lo mezclara con «la relación de su padre con Soon-Yi». Pero este informe, elaborado a petición de la policía de Conecticut, no fue el único. Hubo otro, trabajado durante 14 meses por los servicios sociales del Estado de Nueva York, y que concluye que «no se han encontrado pruebas creíbles de que la niña mencionada en este informe haya sido abusada o maltratada. Por lo tanto, su denuncia se considera infundada».

Pero es que además Woody Allen aceptó someterse a la prueba del polígrafo. La superó sin problemas, y el encargado de realizarla fue Paul Minor, jefe de exámenes poligráficos del FBI durante una década y, anteriormente, jefe de la Oficina del Polígrafo del Departamento de Investigación Criminal del Ejército de EE UU. Según cuenta Robert Weide, que firmó un documental sobre Woody Allen y ha escrito profusamente sobre el particular, Minor fue el hombre al cargo del polígrafo en casos tan sonados como el de O.J. Simpson y Enron, y sus conclusiones fueron enviadas «a la policía estatal de Connecticut, y el propio Minor respondió a sus preguntas. La policía estatal aceptó sus conclusiones, y esa es probablemente la razón por la que nunca propuso realizar su propia prueba. Posteriormente los abogados de Woody invitaron a Mia a que pasara el polígrafo. No quiso hacerlo».

Clima de paranoia

Tampoco hemos escuchado demasiado el testimonio de otro de los hijos adoptivos de Allen y Farrow, Moses, que defiende a su padre y acusa a Mia Farrow de crear un clima de paranoia e, incluso, de instalar en la mente de su hermana el recuerdo del presunto abuso. Algo en lo que, por cierto, coincide con la opinión de los expertos forenses. Entrevistado por Weide, Moses Farrow sostiene que «por supuesto que Woody no abusó de mi hermana. Ella lo amaba y lo esperaba cuando venía de visita. Ella nunca se escondió de él hasta que nuestra madre logró crear una atmósfera de miedo y odio. El día en cuestión estábamos seis o siete de nosotros en la casa. Todos en habitaciones públicas y nadie, ni mi padre ni mi hermana, en espacios privados. Mi madre estaba convenientemente de compras. No sé si mi hermana realmente cree que abusaron de ella o trata de complacer a su madre. Complacerla fue una motivación muy poderosa porque caer del lado equivocado de Mia era horrible (...). Desde muy temprana edad mi madre exigió obediencia y me pegó a menudo cuando yo era un niño».

Finalmente, suele comentarse que uno de los fiscales del caso, Frank S. Maco, dijo en rueda de prensa que, si bien disponía de indicios para abrir una causa contra Allen, no lo hizo para proteger a la niña. Aquellas declaraciones acabaron por suponerle dos años más tarde la reprobación explícita de un panel disciplinario.