Mónaco

...Y una princesa a la que se le acaba el «contrato»

El «pacto» prenupcial incluye al parecer que tiene que estar cinco años con Alberto. «¿Qué ha ganado? un marido que envejece y un mujeriego», plasmó una escritora

Charlene de Mónaco, en una de sus últimas apariciones
Charlene de Mónaco, en una de sus últimas aparicioneslarazon

En julio, Charlene y Alberto de Mónaco celebrarán su quinto aniversario de boda... o no. Como viene ocurriendo, incluso antes de que se casaran, los rumores sobre las desavenencias de la pareja van viento en popa, y tampoco han sido acallados por el nacimiento de sus hijos. En el acta matrimonial firmada por Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock, el oficiante, Philippe Narmino, presidente del Consejo de Estado del Principado, afirma que le ha sido declarado que los contrayentes han realizado un contrato anterior al matrimonio, con fecha 29 de junio de 2011, y han depositado un ejemplar en los despachos del notario de Mónaco Henry Rey. Según «VSD», Alberto habría impuesto «un contrato de matrimonio bajo el régimen de separación de bienes bastante draconiano». El contenido de ese contrato no es público, pero algunos creen saber que incluye la obligación de Charlene de dar un heredero de Mónaco y permanecer al menos cinco años junto a él. Es más, según «The Sunday Times», la princesa habría accedido a cambio de dinero. Sin embargo, el 19 enero 2013, el citado periódico se vio condenado a emitir una nota en la edición del día afirmando que las informaciones eran «falsas y profundamente difamatorias». La pareja se casó civilmente el 1 de julio de 2011 en la Sala del Trono del Palacio, y, al día siguiente, el arzobispo del Principado bendijo su unión religiosa en el Patio de Honor. Antes de que pudieran iniciar su luna de miel en Suráfrica, el 3 de julio, «The Sunday Times» afirmaba que Charlene no quería casarse con Alberto, pero éste le había impedido irse del Principado, y le había persuadido a cambio de una compensación económica.

Meses después, Charlène desmentía en «Paris-Match» la interpretación de su «huida»: «Mi madre me pidió que le acompañara a París para buscar un par de zapatos para la ceremonia. Y a partir de ahí se inventaron toda una historia». También aseguraba que «Alberto es la persona en la que más confianza tengo», pero sus explicaciones no han aminorado los rumores que evocan «tensiones en la pareja», «la tristeza» de Charlène, o «la soledad de la princesa».

Luego llegó el nacimiento de Gabriella y Jacques. La noticia del embarazo fue de nuevo sujeto de elucubraciones cuando se anunció que esperaba gemelos: que si fecundación in vitro, que si estimulación de la función ovárica... Nadie pudo aportar datos fiables. El hecho de que no se hubiera quedado embarazada en los primeros años de matrimonio, que tuviera 36 años y la presión mediática e institucional para ver colmados los deseos de continuar la dinastía Grimaldi parecía que habían terminado por llevar a la pareja a recurrir a terceros para dar nacimiento a un heredero.

Durante estos cinco años Charlene echaba de menos a la familia y a los amigos. Una situación agravada por los que le declararon la guerra tras su llegada: «algunos se mostraron hostiles conmigo», reconoció. En febrero del año pasado, abandonó el Palacio con los gemelos para instalarse en una residencia secundaria en Saint-Jean-Cap-Ferrat, en la Costa Azul, entre Niza y Mónaco. Los rumores sobre una separación se expandieron de inmediato, pero, esta vez, Alberto salió a la palestra en «People». « Es increíble tener que justificarse permanentemente ¡Es absurdo!», se quejó el príncipe al tiempo que explicaba que su esposa y sus hijos se habían ido del palacio porque iban a hacer obras en el edificio, «habrá mucho ruido», dijo. «Voici» reprochó al príncipe el haber tardado un largo mes en hacerles la primera visita, a pesar de no estar tan lejos. A lo largo de estos cinco años, se ha ido pronunciando la tristeza en los ojos de Charlene. En las últimas fotografías se la ve ausente. Imposible saber qué pasa por su cabeza. Quizá, el fin de su contrato. En cualquier caso hace pensar en lo que escribió sobre ella la periodista Françoise Boulianne-Redard: «Había un molde para fabricar una esposa a Alberto II de Mónaco, la ex nadadora surafricana se ha dejado encerrar. ¿Qué ha ganado? un futuro marido que envejece y mujeriego, un principado con tanto glamour como un supermercado moscovita y un matrimonio marketing ».