Papel
Amor de verano
Lejos quedó la flecha de Cupido, ahora los sentimientos los detectan las gafas y sus celebraciones son por todo lo alto: tiñendo el cielo con un láser, como ejemplo
La historia es conocida: ser humano conoce a ser humano, transmite sus emociones a un «wearable», un algoritmo lo interpreta y la tecnología recrea el amor. O al menos algo parecido. Los amores de verano comienzan con una mirada, fugaz o decididamente parlante que dice con pupilas y pestañas lo que la boca calla. En 2025, jóvenes y adultos, durante las vacaciones no pueden evitar el uso de las Google Glass, en particular la aplicación de Notificación de miradas que detecta en un ángulo de 180º quién se detiene en nosotros más tiempo del que dicta la curiosidad, pero menos del que aconseja la vergüenza. Así surge la curiosidad, primero y el interés. Luego llegan los «wearables».
Diez años atrás, un dispositivo, ideado por científicos de la Universidad de Darmouth, permitía, mediante la lectura de las ondas cerebrales, anticipar las emociones con un 90% de acierto. En una década la tecnología se hizo más precisa y más pequeña: ahora cabe en unas gafas que, si están activadas en modo Compartir, envían una señal a quien se mira, una suerte de chaperona del siglo XXI. Pero esto puede demostrar sólo el interés de alguien, la atracción. El enamoramiento es más profundo y complejo. Se percibe en el cuerpo a través de las pupilas dilatadas, el incremento del ritmo cardiaco y la frecuencia respiratoria y la temperatura corporal. Stephanie Cacioppo, directora del Laboratorio de Neuroimagen de la Universidad de Chicago ha logrado que un «wearable» («smartwatch», pulsera y hasta ropa) mida estas variables físicas y los cambios en nuestro tono de voz para avisarnos de que estamos cayendo, o no, ante los ataques de Cupido. La ciencia dice que bastan apenas dos minutos para enamorarnos. La tecnología nos permite saber si es así.
Pero lo que de verdad distingue a los amores de verano es esa agonía de lo imposible, el atisbo de la perfección irrealizable. Hoy ya nadie escribe su nombre en la arena, aplicaciones como Night Sky Lite se proyectan desde el móvil, mediante un accesorio láser y tiñen el cielo acercando las estrellas visibles y combinando las emociones detectadas por el reloj inteligente o la pulsera, es capaz de convertir el horizonte inmediato en colores acordes con los sentimientos: rojo pasión, verde esperanza, naranja deseo y, si el primer beso ocurre (algo fácil de detectar por medio de las lentillas habituales que realizan lecturas de las hormonas en el cuerpo), la app lo celebra con una proyección de fuegos artificiales. Otra característica de los amores de verano es su abrupto final. Todos sabemos cuál será el final, pero nadie quiere llegar a él. En el verano de 2014, Google creó una campaña publicitaria para enviar besos. Quienes los recibían podían ver, en un mapa interactivo, el camino recorrido por los labios del amante. Tecnologías del pasado. Hoy hay almohadas que se comunican entre sí vía wifi para trasmitir, con colores, latidos y «achuchones», lo que se siente a kilómetros de distancia. Y lo mismo hacen las camisetas inteligentes, algunas tan avanzadas que son capaces, mediante parches de ácido hialurónico, de inyectar endorfinas que recrean, al menos mentalmente, las sensaciones de estar con esa persona.
Algunos científicos están trabajando en un proyecto muy ambicioso. Utilizar la condensación del verano y la vibración de los smartphones para transmitir lágrimas a distancia. Si se consigue sería una pena... una pena enviada a distancia y una pena que algunos piensen que eso es una emoción.
- Fuente: Las Google Glass tienen una notificación de vistazo. Tanto los adelantos de la Universidad de Darmouth como de la de Chicago son ciertos. Night Sky LIte hace algo similar a lo descrito, un accesorio láser que acerque las estrellas. La campaña de besos también es verídica.
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