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¿Es posible el turismo ecofriendly?

En 1924 surgió este concepto que relaciona la buena agricultura incluso con la posición de los astros

¿Es posible el turismo ecofriendly?
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En 1924 surgió este concepto que relaciona la buena agricultura incluso con la posición de los astros.

Justo antes de que empezara el verano la prestigiosa revista «Nature» publicaba un estudio de la Universidad de Sydney que afirma que las emisiones del turismo han alcanzado un 8% entre 2009 y 2013, superando el CO2 emitido globalmente por el sector de la construcción. Y eso porque a pesar de los esfuerzos del sector por dejar menos huella, la demanda de turistas no para de crecer. Las compras, el gasto en comida, pero sobre todo el transporte disparan nuestras emisiones cuando llega el calor. De entre los curiosos datos del estudio está, por ejemplo, que las islas pequeñas como Maldivas o Mauricio tienen los niveles de emisiones como destino más altas, mientras que los viajes domésticos representan una gran proporción de las emisiones residenciales en Estados Unidos y China, síntoma de que sus habitantes pasan sus vacaciones dentro de las propias fronteras. Así los autores ponen en entredicho las bondades del llamado ecoturismo –entendido como aliado de la conservación, de la inversión en biodiversidad y en crear oportunidades para las comunidades locales (entre otras cosas)–, cuando la actividad que se va a realizar resulta estar a un vuelo internacional de distancia.
El turismo ecofriendly o turismo responsable es una tendencia; así lo dicen numerosos organizaciones, como la Asociación Británica de Agentes de Viajes, la revista «Forbes» o la Global Business Travel Asociation que coloca entre las preferencias del llamado turismo de convenciones «los entornos bucólicos, de turismo rural o poco conocidos, con un fuerte componente eco-friendly y de interacción con las comunidades locales», según informa Europa Press.
Es posible viajar con algo más de conciencia y eso es lo que proponen cada vez más iniciativas en toda la geografía española (peninsular por aquello de evitar los vuelos). No son todas, ni mucho menos, pero aquí van unas cuantas ideas. El Instituto Tecnológico de Canarias alquila en Tenerife alguna de sus casas bioclimáticas cero emisiones. Cada vivienda, pensada hasta para seis personas, cuenta con paneles solares tanto térmicos como fotovoltaicos, es decir que producen tanto el agua caliente como la energía. También incluyen aerogeneradores, aunque el diseño de la vivienda está pensado para que las necesidades de climatización o luz artificial sean mínimas. En el otro extremo del país, en la isla de Ons se encuentra el primer camping sostenible de Galicia. Está en funcionamiento desde 2015 y para su construcción, por ejemplo, se utilizaron maderas de castaño gallego o de eucalipto local. Cuenta con aljibe para el agua de lluvia y reutiliza las aguas de duchas y lavabos para las cisternas de los baños. Hay muchas opciones como alojarse en un chozo bioclimático en Las Hurdes o en una casa en un árbol, en diferentes regiones españolas pero lo importante es ser curiosos y planificar las vacaciones para disfrutar dejando el menor rastro.

A 10 grados más de temperatura

Parece mentira que teniendo en la Península una verano bastante más suave, lleguen noticias constantes de la ola de calor que afecta este año a los países del norte de Europa. La portavoz de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), ha declarado a la prensa que los países escandinavos están alcanzando temperaturas hasta 10 grados por encima de las habituales en esta época. Y esta última es la segunda ola de calor en lo que va de año. La Laponia de Papá Noel ha superado los 30 grados, Noruega también y aún queda mucho verano por delante. Suecia está viviendo un año de grandes incendios y se prevé que la sequía que afecta a estas regiones se alargue unos meses. Lo más curioso es que para encontrar temperaturas así de elevadas hay que remontarse a 85 años atrás.

¿Cuánta agua supone comerse un filete?

Un kg de carne de cualquier animal alimentado con grano consume 15.500 litros de agua al año. Es una de las conclusiones del libro «La carne que comemos» de Philip Lymbery, director de la ONG «Compassion in World Farming», una organización que aboga por el bienestar animal en la ganadería como la única forma de garantizar la salud humana y la del planeta. Gracias a su trabajo se prohibieron en Europa las jaulas en batería para gallinas. Hasta el 50% de la tierra agrícola se destina a cultivar cereal con el que se alimentará a los animales de las granjas industriales y la mitad de los antibióticos que se suministran en el mundo tienen como destino estos animales criados para la alimentación. El autor, vegano convencido desde hace años, afirma que una dieta vegetariana conseguiría reducir solo el consumo de agua un 33%.