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La condesa de Sagana, condesa de Rosny

Fueron los alias que suó María Carolina de Nápoles y Sicilia, duquesa de Berry

El embajador francés en Londres escribió que en la capital inglesa nadie dudaba que la condesa de Sagana era la duquesa de Berry
El embajador francés en Londres escribió que en la capital inglesa nadie dudaba que la condesa de Sagana era la duquesa de Berrylarazon

Fueron los alias que suó María Carolina de Nápoles y Sicilia, duquesa de Berry.

Son legendarias, casi novelescas, las aventuras de la Duquesa de Berry, nuera del rey Carlos X de Francia, que pasó de abanderada de la Vendée a esposa morganática de un conde, príncipe y duque italiano, Ettore Lucchesi-Palli. El rey legítimo había abdicado, reinaba Luis Felipe como «Rey de los franceses» y eso disgustaba a la intrépida María Carolina que conspiró todo lo que pudo contra el Orleáns. En la primavera de 1831 María Carolina de Nápoles y Sicilia, duquesa de Berry, dejó el palacio de Holyrood donde vivía exiliado su suegro Carlos X. Con ella viajaban el Conde de Mesnard y la Condesa de Bouillé. La viajera se hacía llamar Condesa de Rosny. La mansión campestre de los Berry era precisamente Rosny, donde María Carolina tenía una capilla dedicada a la memoria de su difunto marido. Ése es el motivo del uso de ese título, además de porque –tras su matrimonio secreto, sus aventuras en Bretaña y su embarazo– Carlos X le había retirado su título real. El título de condesa de Rosny lo utilizó también su hija Luisa María Teresa, conocida como Luisa de Artois, casada con Carlos III de Parma.

Desde su exilio en Bath, María Carolina pensaba en cómo restablecer la monarquía legítima en Francia. Ayudada por diversos próceres como Bourmont, Blacas, y Bertier, tomó la determinación de ir al continente para tratar de convencer al Rey de Cerdeña, al Papa Gregorio XVI, al Rey de las Dos Sicilias,... El 17 de junio de 1831 la duquesa se embarcó hacia Rotterdam, acompañada del Conde de Mesnard, bajo el nombre de Condesa de Sagana, elegido por ser el de la protagonista de una conocida opereta de la época.

El embajador francés en Londres, Talleyrand, envió el siguiente despacho a París: «Londres, 18 de junio de 1831. Reservado. Urgente. La Legación londinense del Reino de Cerdeña ha entregado en estos días pasaportes a una llamada condesa de Sagana y a su séquito para dirigirse a Génova a través de Alemania. Aquí nadie duda que la sedicente condesa es en realidad Madame Royale, la duquesa de Berry que había desaparecido desde hace algunos días del castillo de Holyrood. Según se ha oído, la Señora –que desde hace tiempo está en contacto epistolar con el rey de Cerdeña Carlos Alberto– intenta organizar en Liguria un centro clandestino legitimista con el fin de reconquistar el trono de Francia en nombre de su hijo el duque de Burdeos, que debería reinar con el nombre de Enrique V».

A pesar de eso, sin excesiva discreción atravesó Holanda, Alemania, el Tirol y Suiza. Llegó a Lombardía y el Piamonte. Luis Felipe de Orleáns, rey de los franceses, no quiso albergar a la que consideraba una conspiradora que escribía a las cancillerías para reconquistar el trono de su hijo. Ni el Rey de Cerdeña ni el de las Dos Sicilias, hermano de María Carolina, quisieron o pudieron alojarla. Sin embargo, el duque Francisco IV de Módena –que no reconoció a Luis Felipe como rey– la instaló en Massa, donde ella aguardó hasta embarcarse hacia Francia.

El 30 de abril de 1832, María Carolina, disfrazada de joven campesino y haciéndose llamar «Petit-Pierre», desembarcó en Marsella. El 2 de mayo siguiente decidida a ir a la Vendée –no en vano fue llamada la «Marie Stuart Vendéenne»– y usando un pasaporte de la marquesa de Villeneuve, rubia como ella, y un velo de viajera, atravesó
al galope Nîmes, Montpellier, Narbonne y Carcassone.
En Vendée, en el castillo de Mesliers, recibió a los jefes realistas que le aconsejaron renunciar. En Nantes la detuvieron y la encerraron
en el castillo de los duques de Bretaña. Valgan como pinceladas de unas aventuras que han merecido una película y que inspiraron a Alexandre Dumas padre.

Su carácter

La princesa María Carolina fue una mujer intrépida y con firmes convicciones monárquicas legitimistas. Además, no se perdía una fiesta y no faltaba a ninguna muestra o exposición, gran mecenas artística de pintores –y pintora ella misma–, músicos –como Rossini– y escritores, bibliófila y coleccionista de fotografías, además de ornada con una bondad y generosidad que le valieron el sobrenombre de «la buena duquesa». Su activismo se convirtió en proverbial. Recordando sus orígenes napolitanos los cronistas le bautizaron con el sobrenombre de «el Vesubio de los bulevares». Las veladas de carnaval, los bailes, eran honrados con la presencia de incógnito de la joven viuda. También le llamaron «princesa Vesubio». Se escribía en cifrado con el Mariscal Bourmont, estando escondida en Nantes, con estos apodos: «Olivero a Bernardino, Bernardino a Olivero”».