Papel
Lorenzo Caprile: «Me siento a gusto en una España monárquica»
Ha recibido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, un reconocimiento que agradece pero que le da mucha vergüenza. Para veinte días que va a tener de descanso, los pasará en un hotel de México, relajado, donde no haya ni niños ni perros, con solo dos bañadores en la maleta y muchos libros
Cumple 25 años en el mundo de la moda y le han dado la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que le entregarán en otoño dependiendo de la agenda de Doña Letizia.
Cumple 25 años en el mundo de la moda y le han dado la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que le entregarán en otoño dependiendo de la agenda de Doña Letizia. Caprile es modisto y a mucha honra, nada de diseñador, estilista o similar, lo suyo es modisto de aguja, hilo y bobina al que su padre le dijo: «Vale que te dediques a esta carrera rara, pero o estás en primera fila o si no será una vida muy triste. Ser modista no tiene término medio». Lorenzo le dio la razón y todos los días siente que su padre estaría muy satisfecho de su trabajo entre telas. Llega a la entrevista con un cuadernito, en el que apunta de todo porque fue algo que le enseñó Carmen Martín Gaite, y también la cartera para invitarnos a comer. El móvil, como es su costumbre, lo deja en un cajón de su taller. Acaba de cumplir 50 años y echa de menos no poder dedicarse más a la figuración del teatro.
–¿Los libros acabarán echándole de casa?
–Sí, seguramente, porque se reproducen. Los tengo amontonados hasta en el cuarto de baño y en un pequeño almacén en Lavapiés que es un pozo sin fondo. El día que me toque ordenar eso, enfermaré. Intenté leer en un iBook, pero lo asocio a trabajo.
–¿Usted es más de papel?
–Sí, soy de papel. Me cuestan mucho las nuevas tecnologías, sé que tienen muchas ventajas pero no las veo. No gasto mucho en libros porque los compro en el Rastro y en el Paseo de Recoletos, allí venden unos viejitos, como un top manta, y me compro dos por 10 euros.
–¿Quién le pone los pies en el suelo?
–La gente del taller y yo mismo.
–¿Usted hace Alta Costura?
–No, ni mucho menos. Solo hay cuatro en el mundo: Chanel, Valentino, Dior y Eliee Saab. Lo nuestro es muy artesanal y cuidado. Conozco las técnicas de la Alta Costura y es inviable, requiere muchas horas de trabajo artesanal y los precios son prohibitivos.
–¿De qué vive la confección a medida?
–De las bodas. Ya nadie se encarga un vestuario completo a medida por temporada. Lo que ocurría en tiempos de Elio Berhanyer ya no existe.
–¿Cuando ve a una reina vistiendo pantalones desgarrados, qué opina?
–Ya estamos con las preguntas indiscretas y ahí no voy a entrar. Que cada uno haga lo que quiera en sus ratos libres.
–¿Por qué no desfila en Cibeles?
–Porque se necesita un tiempo que no tengo y presupuesto. Admiro a los que van porque no sé cómo lo hacen, que me lo enseñen. A mí, desde luego, trabajando a destajo como lo hago, no me alcanza para Cibeles. Hay una plaga de «desfilitis», que quizá es válido para grandes marcas pero para un taller como el mío, no creo que me diera más clientas.
–¿Si le pidieran ser miembro del comité para mejorar la pasarela madrileña, qué aportaría?
–Nada, porque con muchísima educación y cariño seguramente no aceptaría, no me considero experto de nada, ni entiendo por qué tiene que haber un comité. Yo me pregunto: ¿Cibeles es algo público o es algo privado? Si es público, todo el mundo tiene derecho a participar en la pasarela, y si es privado, pues que pongan unas tarifas y el que pueda que las pague y desfile, como pasa en París o Nueva York. Ni seleccionan en Nueva York, ni en París, es un mito, si quieres participar pagas y desfilas. Como no entiendo el concepto de ese comité, pues amablemente diría que no.
–¿Repetimos en bucle que la moda española va mal o es una realidad?
–Yo no estoy de acuerdo con eso. Creo que es un lugar común, una frase tan en boga que se repite sin reflexión. Moda española es el grupo Inditex, Pronovias, Mango, Rosa Clará, Puig, Textil Lonia, Tous y todo el mundo del zapato y de la marroquinería que vendemos por el mundo. Luego está la moda de autor que tiene una serie de problemas que, aunque cuente con mucha ayuda y promoción institucional, no termina de arrancar, aunque eso no quiere decir que la moda española esté mal.
–¿Lucirá su Medalla de Oro en la solapa?
–No, esas cosas me dan mucho apuro. La pondré en casa en una estantería o se la daré a mi madre, que le gusta tener estas cosas, pero no es protocolariamente obligatorio si te invitan a un sitio el tener que ponérsela. Como suelo ir vestido habitualmente, la medalla no tiene espacio. Esas cosas son para ponértelas en el corazón.
–Ya que lo menciona, no deja de ser un contraste su vestuario con coser los trajes más lujosos de España...
–Estoy metido siempre en el taller y soy muy zampabollos. Lo que quiero es estar cómodo. Cuando hay que disfrazarse de diseñador de moda tengo mis looks, pero en el día a día lo que quiero es estar cómodo.
–¿Tiene disfraz de diseñador de moda?
–Pues claro. Tengo tres. Uno de más vestir, uno con más color y otro con menos. Te invitan a un evento y me los pongo según sea el acto. Por ejemplo, cuando me dieron la Medalla de la Comunidad de Madrid llevé un dos piezas vintage de los 70 y estaba de lo más guapetón.
–¿La moda es para filosofar?
–La moda es algo lúdico. Cuando empiezan esos gurús, esos filósofos, a sacar las cosas de quicio y dar explicaciones en las que se remontan a la Revolución Francesa para analizar la inspiración de una camisa blanca... Creo que nuestro trabajo no es eso. Es experimentar, es disfrazarse un poco, que no estamos hablando de operar a corazón abierto o de investigar la malaria, que son trajes.
–Con sus distinciones y sus 50 años, ¿qué ha dejado por el camino?
–Mucha vida personal, relaciones íntimas a las que debes dedicar un tiempo que no tengo. Muchos sueños, porque compagino mi taller con mi carrera como figurinista, me hubiera gustado participar más activamente en el cine de época. Cuando llegué a Madrid, a principios de los años 90, estuve como ayudante de Narros y de Gerardo Vera haciendo figuración de teatro con ellos.
–¿Es de los que van a los hoteles que no admiten ni niños ni perros?
–Sí, absolutamente. He crecido rodeado de perros y tengo 8 o 9 sobrinos, pero para 20 días que tengo de estar tranquilo no quiero ver ni perros ni niños. Sinceramente el deseo de ser padre, igual soy un bicho raro, pero no lo tengo.
–¿Es tan analógico que viaja con la maleta llena de libros?
–Sí, este año me pasaré un mes en México tumbado en la playa. Sólo llevo dos bañadores, unas chanclas, las menorquinas y el resto, libros. La camiseta de «Viva México» me la compraré allí.
–¿Lleva registro de su vida?
–Sí, desde que era muy jovencito trato de escribir todos los días en mi diario. Tengo muchísimos porque todos los guardo. En eso soy muy desordenado y lo hago en cuadernos y en hojas sueltas. Se los dejaré a mis sobrinos cuando me muera.
–Determinadas medidas de ropa las tendrá bajo cinco llaves guardadas...
–No crea, qué exageración. De las cosas me olvido. Normalmente son cuatro anotaciones y hay veces que ni las entendemos nosotros. Antes se hacían maniquíes con las medidas de las clientas, eso ya no existe.
–¿Qué le pareció que no le dieran el Princesa de Asturias a Elio Berhanyer?
–Pues mal. Yo firmé apoyando su candidatura. Creo que habría que seguir peleándolo porque se lo merece.
–¿Se siente monárquico por convencimiento o por conocimiento?
–Por las dos cosas, porque conozco a los Reyes y porque estoy convencido de que es lo mejor. Me siento a gusto en una España monárquica. No creo que con una república cambiase sustancialmente nada. Miro alrededor buscando a alguien digno de poder ser presidente republicano y no lo veo.
–¿Si recibiera una jugosa propuesta se plantearía vender su marca?
–Qué pregunta... En este momento de mi vida, con 50 años recién cumplidos... No lo sé. Habría que estudiar las condiciones, pero en mi taller soy feliz y aprendo mucho de la gente con la que trabajo. Me han enseñado a tener paciencia, a negociar o a decir las cosas sin herir.
–¿Lo que más pereza le da?
–El mundo burocrático, soy capaz de pagar lo que no está escrito para que me resuelvan la burocracia, en la que España está a la cola de Europa. Es el castillo de Kafka, me supera. Tenía todas mis esperanzas puestas en que la nueva política se pusiera al día, pero creo que son incluso peores y ahí lo dejo.
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