Papel
La nube de la muerte
Como si de una película se tratase, una aglomeración de CO2 surgida de las profundidades de un lago fue «paseándose» por Camerún hasta dejar 5.200 víctimas
Ni el más macabro de los guiones de terror podría haberlo imaginado: 1.700 personas y 3.500 animales amanecieron muertos, repentinamente, sin causa aparente en las cercanías del lago Nyos, en Camerún, a 50 kilómetros de la frontera con Nigeria. Despuntaba la mañana del 21 de agosto de 1986. Exactamente dos años antes había ocurrido algo similar, con el resultado de 37 muertes humanas.
Las crónicas cuentan que una nube blanca brotó de las aguas del lago y se extendió a unos 30 kilómetros a la redonda. Olía a explosivo y a huevos podridos, los que la respiraban morían.
La noticia corrió como la pólvora y atrajo a científicos de todo el mundo intrigados por las causas del desastre. Uno de ellos fue William Evans, investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos. Él contribuyó a encontrar una explicación racional. En los primeros análisis, se pudo descartar que la causa de las muertes fuera inhalación de azufre. El segundo sospechoso era el CO2. No en vano, desde la Segunda Guerra Mundial se tienen registros de pilotos de combate que sufren alucinaciones olfativas cuando inhalan dióxido de carbono... les parece oler a huevos podridos, como huele el azufre.
Un estudio del manto terrestre de la zona encontró que a unos 40 kilómetros de profundidad se producían elevadas concentraciones de CO2 que se filtraban por la roca hasta llegar a las aguas del lago. De hecho la saturación de este gas en las aguas era de más del 90%. El lago tiene unos 200 metros de fondo y agua suficiente para que el gas se disuelva y no forme burbujas.
Pero el CO2 en el agua no es peligroso. ¿Qué ocurrió entonces? Si se alivia la presión de este líquido, una gran cantidad de gas puede aflorar, como ocurre con las botellas de champán cuando las agitamos. Algo así debió de ocurrir en el lago, pero ¿por qué? No está muy claro cuál es el mecanismo de acción para expulsar tanta cantidad de CO2. Lo más probable es que el origen esté en corrimientos de tierra en las cercanías del lago cuando se producen grandes lluvias. De hecho, los dos episodios más graves tuvieron lugar en plena temporada húmeda de agosto.
Lo cierto es que aquella mañana una bolsa de gas de 1 kilómetro cúbico recubrió los valles circundantes a una velocidad de 50 kilómetros por hora desalojando el aire y asfixiando a todos los que se encontraron con ella. Este tipo de fenómenos, conocidos como erupciones límnicas, pueden ocurrir en otros lagos profundos. Pero el caso del lago Nyos es sin duda el más grave jamás registrado. Hoy, el paraje está intervenido por técnicos internacionales que instalaron hace años un sistema de tuberías bajo las aguas para evitar la acumulación de CO2. No ha vuelto a generarse otra nube mortal.
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