El viaje de mi vida
Perú: Raquel Meroño, ante un bello reto
Esta aventura fue todo un desafío. La volvería a repetir, pero con el calzado adecuado
Esta aventura fue todo un desafío. La volvería a repetir, pero con el calzado adecuado.
Es experta en buscar localizaciones. Para lo que sea. Lugares especiales para rodajes, fiestas privadas, reuniones de trabajo, presentaciones, ruedas de prensa, bodas, showcookings... Con Raquel es pedir y tener. Y llamar y reunir. Además de gestionar esa tarea a través de su web Rockandloft.com, tiene un chiringuito en Tarifa, Carbones 13, que concentra cada verano a lo mejor de cada casa. Allí está pasando estos meses porque se debe a su trabajo. Los viajes los deja para fuera de temporada, que es cuando realmente los disfruta. Ha recorrido medio mundo, pero en esta ocasión, rescata del pasado uno muy especial que hizo con su hermana. «Es difícil elegir un viaje en mi vida porque si hay algo que me fascina hacer por encima de cualquier otra cosa es viajar. Nunca he sido de gastar dinero en ropa cara, bolsos o joyas, pero son muchos los aviones que he cogido porque viajar es algo que mis padres nos inculcaron de pequeñas.
Siempre nos decían: “Sed independientes y viajad’’. Y es el consejo que hemos seguido a rajatabla mis dos hermanas y yo». Bonita costumbre que les viene de cuna y que las llevó a visitar Perú hace unos meses: «Si tengo que destacar uno sería ese. Lo hice en diciembre con motivo del 40 cumpleaños de mi hermana Laura. Subir al Machu Picchu era algo que tenía pendiente desde hacía años y quería hacer a Laura un regalo especial, así que aprovechamos que nuestra otra hermana pequeña, María, estaba en ese momento en Lima para poder estar las tres juntas y hacer que todo fuese aun más inolvidable». Lo consiguieron. Pero no solo porque el destino es maravilloso: aquello se convirtió sin querer en un viaje de aventura y riesgo: «Hubo un momento en el que mi hermana Laura consideró que no tenía suficiente con haber subido a Machu Picchu y quiso subir también hasta el Huayna Picchu, que está a una altura de 2 700 m... Y yo sin calzado adecuado...
Opté por tomármelo como un reto personal pero tengo que confesar que fueron varias las veces que estuve a punto de abandonar y no llegar a la cima. Para ser sincera, mi hermana jugó un papel fundamental en mi ánimo. El hecho de que fuera ella quien llevara la mochila y tratara de motivarme continuamente con la idea de lo bien que me sentiría cuando llegara a la meta, me hizo tirar adelante. Al llegar a la cumbre la sensación fue espectacular. Me sentía pequeñita y poderosa a la vez. Es un lugar con una carga energética que te traspasa y estar allí con alguien que quiero tanto fue uno de los momentos más potentes que he vivido».
Tanto, que ahora reconoce sin dudarlo que lo repetiría cada año, «¡pero con unas buenas botas para escalar!». En cualquier caso, y a pesar de ser una mujer viajada, Perú es un sueño cumplido y puede que antes dé prioridad a otros lugares que aun le quedan por conocer: «En mi lista de pendientes están Mikonos y La India». Dejemos que pase primero el verano y luego ya se verá.
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