Historias

Piratas en el Caribe

Barbanegra, cuyo nombre real era Edward Teach, es el paradigma de los piratas de la última etapa de su edad dorada

Piratas en el Caribe
Piratas en el Caribelarazon

Barbanegra, cuyo nombre real era Edward Teach, es el paradigma de los piratas de la última etapa de su edad dorada.

Según nos cuenta el capitán Johnson, uno de los cronistas de sus andanzas, su aspecto era el de una furia del infierno: «Esta barba suya era tan negra, y se la dejaba crecer hasta una longitud extravagante; en cuanto a su anchura, le llegaba hasta los ojos; y acostumbraba a retorcerla en pequeñas colas sujetas con cintas, a la manera de nuestras pelucas ramillie, curvándolas hacia las orejas. En tiempos de acción, llevaba una eslinga sobre los hombros con tres pares de pistolas [...] y llevaba colgando mechas encendidas, cogidas con el sombrero, que le pendían a uno y otro lado de la cara; y como sus ojos parecían naturalmente feroces y salvajes [...]». Y su carácter no le iba a la zaga. Se cuenta de él que se encerró en una bodega con varios hombres y una serie de ollas de azufre a ver quién aguantaba más, y habría afirmado que el lugar donde escondía su tesoro solo lo conocían el diablo y él, y que «el que más viviese de los dos sería el dueño de todo». Sin embargo, es posible que todo esto tuviera mucho de imagen, pues Barbanegra no fue, en absoluto, uno de los piratas más exitosos, ni de los que más tiempo actuaron. Nacido en Bristol en torno a 1680, su carrera empieza en algún momento de finales de 1716 junto con otro pirata, el capitán Benjamin Hornigold, que fue quien le entregó su primer mando, una balandra. Ambos navegaron juntos un tiempo, hasta recalar en Providence, Bahamas, donde Hornigold decidió abandonar la piratería, momento en el cual su socio emprendió sus propias aventuras. En marzo de 1717 empezó un recorrido por las costas norteamericanas, donde se encontró con Stede Bonnet, el caballero pirata, al que arrebató su balandra y retuvo como «invitado» a bordo durante un tiempo. Tras llegar hasta la altura de Nueva Jersey, Barbanegra viró hacia el sur y se dirigió a las islas de Sotavento, donde el 17 de noviembre capturó el buque esclavista francés «La Concorde», que transformaría en el «Queen Anne’s Revenge», la nave pirata más famosa de todos los tiempos.

Con este barco navegó entre las islas y capturó cuatro balandras, tras lo cual se marchó hacia el oeste, hasta la bahía de Samana, en Santo Domingo, donde se detuvo para carenar su buque, es decir, limpiar la obra viva de las algas y parásitos marinos que se asentaban en el casco y reducían la velocidad del navío. También es muy posible que fuera entonces cuando decidió elevar hasta 40 el número de cañones del Queen Anne’s Revenge, abriendo nuevas portas en el casco. Ya en marzo de 1718, Barbanegra se dirigió al golfo de Honduras, donde pasó el mes siguiente capturando y quemando los barcos cuyos capitanes tuvieron la desgracia de cruzarse con él, antes de volver a dirigirse hacia el norte. Una de las razones que lo impulsaron en esta dirección fueron los restos de una flota del tesoro española, que había naufragado en Florida en 1715, pero tras navegar un tiempo por el estrecho de Florida reemprendió rumbo norte, de nuevo hacia las costas norteamericanas, abandonando el Caribe de modo definitivo. Fue entonces cuando cometió la que tal vez fue su mayor fechoría: bloquear el puerto de Charleston, entre el 22 de mayo y finales de mes, tras lo cual se dirigió a Carolina del Norte, liberó a Stede Bonnet y se entregó al perdón real. Su carrera parecía haber terminado, incluso se casó, según el capitán Johnson, con una muchacha de 16 años, su decimocuarta esposa, a la que sometió a un trato vejatorio. Pero el terrible pirata no había muerto y, en septiembre, tras zarpar de su base en la isla de Ocracoke, capturó dos barcos franceses que trajo de vuelta a tierra y fueron declarados presa legal por Charles Eden, gobernador de la colonia. Pero, aunque había hecho amigos poderosos, también tenía enemigos de gran calibre y que además no estaban dispuestos a preocuparse por cuestiones como la delimitación entre colonias. Por eso, el gobernador Alexander Spotswood, de Virginia, decidió acabar con él, enviando para ello al teniente Maynard al mando de dos balandras que, el 22 de noviembre, llegaron hasta su escondite de la isla de Ocracoke y lo derrotaron, acabando con la vida de este pirata de leyenda.

Para saber más:

«Piratas en el Caribe»

Desperta Ferro
Historia Moderna,

nº 17

68 págs.

7 euros

EL LEÓN DE FALUYA

El capitán Douglas Zembiec, del 1.er Regimiento de Marines de los EEUU, llegó a ser un soldado legendario, conocido como «El león de Faluya» por su comportamiento en combate. En una ocasión, durante las luchas de marzo de 2004, había corrido entre los disparos enemigos para alcanzar un carro de combate y subirse a su torreta para que orientara su fuego contra un nido de francotiradores que estaba poniendo en peligro a toda su unidad. Zembiec cayó en combate en mayo de 2007 en Bagdad en circunstancias que no salieron a la luz hasta 2014: había sido abatido en una emboscada en Ciudad Sader cuando ejecutaba una incursión nocturna con una fuerza de élite de la CIA que pretendía la captura de líderes de la insurgencia. Durante su carrera recibió una Estrella de Bronce y un Corazón Púrpura.