Belén V. Conquero
Rafael Matesanz: «No me congelaría como Walt Disney, la muerte es necesaria»
Entrevista con el ex director de la Organización Nacional de Trasplantes
«En la década de los noventa, médicos, políticos y periodistas me pedían que les colara en la lista de espera», afirma el ex director de la Organización Nacional de Trasplantes.
Hace algo más de un año que colgó la bata de médico y cedió su despacho como director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) a una mujer. Pero Rafa, como le gusta que le llamen cuando coge un poco de confianza, sigue siendo el mismo. Ese tímido que marca distancias con su gesto serio, pero al que las preguntas le hacen sonreír y recitar, de memoria, los últimos datos de donantes –sí, aún hoy, desvinculado del organismo, los conoce al dedillo–. «Dicen que los grandes genios son tímidos», afirmamos. Ríe. «No sé si es mi caso». «Solo tengo claro que soy tímido y que si no lo fuera tanto, a lo mejor me habría ido mejor la vida». Lo dice el hombre que ha logrado que España lleve 26 años a la cabeza mundial en donación y trasplante de órganos. Es un inconformista.
Tras 16 meses fuera de la ONT ejerciendo de abuelo, ¿la jubilación está sobrevalorada?
Creo que depende de cómo se la tome cada cual. Para mí ha sido todo un descubrimiento. De estar siempre enchufado, ser adicto al trabajo, a levantarte cada mañana sin una misión concreta...
No es un jubilado deprimido...
No, en la vida hay un momento para todo. Lo que sí pienso que puede ser muy deprimente es si te obligan a jubilarte a los 50, pero cuando eres tú el que llega al convencimiento de que has alcanzado una edad de pasar a la reserva, no hay depresión posible, las cosas son así.
Así que era adicto al trabajo.
Sí, lo he sido toda la vida. He intentado limitarme porque cuando eres consciente, lo puedes controlar. Pero, quieras que no, cuando tienes un puesto de responsabilidad sufres por si algo no sale como esperas. Ahora, lo más extraño es cuando ocurre una cosa en mi sector y ya no tengo nada que decidir.
De hablar con ministros a «discutir» con su nieto. ¿Quién vence en las batallas dialécticas?
Al contrario que los ministros, mi nieto me gana siempre. Tiene mucha capacidad para reconducir la conversación y de escaparse, cosa que no tenían los ministros, evidentemente.
Durante toda su carrera, ¿a cuántos ha sobrevivido?
A 16 (ríe). A ellos se les puede aplicar la curva de Gauss: hay gente buena, mala e indiferente.
¿Con alguno se iría de cañas?
Sí, con Ana Pastor o Trinidad Jiménez.
¿Con qué momento se queda de su paso por la Organización Nacional de Trasplantes?
Con 2010. Se aprobó la directiva europea que lideramos nosotros con unanimidad. Fue un momento de profundo orgullo, de liderazgo de España. Meses después nos dieron el Príncipe de Asturias. Fue un año espectacular.
¿Alguno malo?
Ha habido muchos momentos, pero uno prefiere no recordarlos. Siempre han llegado de casa, de algún problema con el ministro de turno.
¿El sistema de trasplantes español ha tocado techo?¿Tiene límite?
Todo lo tiene en esta vida. Pero lo que se ha demostrado en estos últimos cinco años es que podemos seguir mejorando. Desde principios de esta década, con el Plan de Donación 40, cambiamos por completo el chip e introdujimos la donación a corazón parado, la colaboración con los médicos de urgencias... Nos ha permitido subir un 30% en los últimos tres años. Cuando estás en el Everest es difícil seguir subiendo y, sin embargo, lo hemos logrado. Y este año más aún. Estamos demostrando que con innovación la mejora es posible.
¿Cree a Abidal? ¿Su trasplante fue correcto?
Me lo tuve que creer en su día porque yo era el máximo responsable. El asunto depende de la fiabilidad que uno le dé a ciertas conversaciones. ¿Fue una frivolidad de Rosell sacada de contexto? Hay muchas cosas que no cuadran como por qué la Fiscalía no se puso a investigar antes. Una de las razones por las que este caso ha entrado en bucle es porque no ha habido interlocución. Si se hubiera contactado con la ONT hace un año, no habríamos llegado a este punto, que no es nada bueno para el sistema porque deja el poso de la duda.
Dejó de sucesora a una mujer. ¿Otra muestra de que la ONT también va por delante en igualdad?
La organización ha mantenido un porcentaje de mujeres superior al 80%. En el momento en el que planteé mi jubilación tenía claro que quería que fuera alguien de dentro. Los experimentos, con gaseosa... Cualquiera que hubiera llegado de fuera habría sido un riesgo de desandar lo andado. Creo que, afortunadamente, por parte del Ministerio se nos escuchó y la elección ha sido la más adecuada. Beatriz Domínguez-Gil está dando buenas pruebas de ello con una gestión sobresaliente.
El último éxito se debe a un algoritmo. ¿La informática sustituirá a la ONT?
Demuestra que la innovación funciona. Pero no nos van a sustituir, no dejan de ser herramientas de las personas. Ése ha sido uno de los errores de muchas organizaciones de trasplantes, pensar que se coloca un ordenador y todo funciona solo.
¿Alguna vez le pidieron que colara a alguien en la lista de espera?
Al principio, sí, en los años 90. Veníamos de una situación bastante incontrolada y la gente se creía que funcionaba así, pero cuando dices tres veces que no, te dejan de pedir cosas raras. Las peticiones siempre venían de médicos, políticos o periodistas.
¿Se ofrecería voluntario para un trasplante de cabeza?
No, pobre de mí. Es una locura de un ruso que lleva mucho tiempo anunciando que lo va a hacer y nada. Creo que esta historia terminará mal porque no tiene sentido.
¿Y hacer un Walt Disney? ¿congelarse?
¡No, por Dios! La muerte es absolutamente necesaria para que exista la vida, es el ciclo vital, para que otros vengan. Que algunos se quieran congelar y que en el futuro se les cure y aterricen en un mundo que no conocen de nada es de locos. Aunque fuera técnicamente posible, tenemos que estar conformes con que, por biología, nos tenemos que morir.
¿Qué opina del trabajo de Izpisúa? De los riñones y páncreas que está creando en cerdos.
Son la vía más clara para crear órganos bioartificiales. Lo hace muy bien, aunque él reconoce que está en fases iniciales. Lo difícil es que consiga aplicarlo realmente al humano. Seguramente la cosa empiece con los tejidos, tanto para el cartílago como con implantes de páncreas, pero cambiar un riñón o un corazón es más complejo.
Si se lo ofrecieran, ¿se pondría uno?
No. La clave está en cómo le digo a un enfermo que, existiendo el trasplante cardíaco que sabemos que funciona, le voy a ofrecer esto. Va a ser muy difícil y planteará problemas éticos que tendremos que superar porque dispondremos de ellos y habrá que dar el salto. Lo veo lejos, pero no mucho.
¿Y la modificación genética?
Va a ser una revolución y llegará antes que los órganos bioartificiales. Ya lo tenemos aquí.
Terminaremos pagando por los órganos...
Durante la crisis algo plantearon, pero es un peligro. Afortunadamente nos mantuvimos en nuestro sitio. Pienso que toda donación debe ser altruista y si no se mantiene a rajatabla, todo se puede venir abajo.
¿Tuitea?
No, me ha pillado mayor. Como mucha gente, soy muy sensible a las críticas. Cuando empezaron las redes sociales me hice perfil de Facebook, pero observé que era como una jungla y me suponía emplear mucho tiempo y no sacar nada en claro. Con el problema de la donación de médula a una empresa alemana se utilizaron las redes sociales para atacarnos y aquello me vacunó. Como me afectó mucho, decidí no entrar al trapo. Evidentemente, si me metiera otra vez sería muy distinto. Veo que los políticos están todo el día diciendo cosas y que es una «fantástica forma de perder el tiempo». Eso sí, entiendo que son necesarias.
¿QUÉ LLEVA EN LA MALETA?
El nefrólogo, aunque retirado, sigue viajando por el mundo dando conferencias. «Antes siempre hacía una lista de las cosas estrictamente imprescindibles, ahora si voy con mi mujer llevo muchas más», reconoce. Eso sí, si se tiene que quedar con una sola no lo duda: «Nunca viajo sin mi iPad, es mi conexión con el mundo».
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