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Lo que no sabías de «Ozark»

Jason Bateman se pone en la piel de Marty Byrde en «Ozark»
Jason Bateman se pone en la piel de Marty Byrde en «Ozark»larazon

Marty Byrde (Jason Bateman) tiene un problema. Uno muy grave. Poco después de descubrir gracias a un vídeo bastante explícito que su esposa Wendy (Laura Linney) le es infiel, se ve obligado a dejar atrás su vida en Chicago para mudarse junto a ella y sus dos hijos a Ozark, un rincón de la América profunda; se ha comprometido a instalarse allí para blanquear 8 millones de dólares de un cartel mexicano de la droga, o de lo contrario tanto a él como a los suyos les volarán la tapa de los sesos. Marty cree que Ozark es un territorio virgen, pero al llegar allí descubre horrorizado que los lugareños no solo lo calan desde el principio, sino que varios de ellos son gente para la que el crimen no tiene secretos.

«Ozark» también tiene un problema, y en realidad es esencialmente el mismo que el de su protagonista. Su premisa sería una idea novedosa hace 10 o 15 años, pero a estas alturas está tan trillada que habría sido necesario ejecutarla magistralmente para que el resultado oliera tan a nuevo como el dinero que Marty blanquea. No es el caso.

Después de todo, Marty es una figura que varias de las mejores series de los últimos años han convertido en arquetípica. El antihéroe de mediana edad que hace cosas terribles por razones aparentemente convincentes; que pasa por alto sus propias deficiencias y rechaza asumir sus responsabilidades, y que deja que su veneno contamine a cuantos le rodean. Marty es calculador, arrogante, y una de sus pocas virtudes es que casi siempre es más listo que los demás. En otras palabras, es una versión básica y predecible de tipos como Tony Soprano, Don Draper y, sobre todo, Walter White.

dinero sucio

Igual que el protagonista de «Breaking Bad», Marty encarna el peor miedo de la clase media: se ha pasado la vida deslomándose para asegurar el futuro de su familia, y de un plumazo todo aquello por lo que ha trabajado se le escurre entre los dedos. ¿Quién no abrazaría el lado oscuro en esas circunstancias? Como Walter White, él no es exactamente un criminal por naturaleza sino más bien alguien especialmente dotado para serlo. Si White era un científico brillante y obsesionado con cocinar la metanfetamina perfecta, Marty no solo es un experto en las finanzas sino que entiende a la perfección cómo el dinero hace comportarse a la gente, y eso que sea infalible encontrando las formas más eficientes de limpiar dinero manchado.

En «Ozark», cada interacción humana está impulsada por el dinero. Marty intenta blanquearlo, los cárteles tratan de protegerlo y los criminales paletos que infestan el pueblo lo codician. Es una fuerza de la naturaleza contra la que el individuo es del todo impotente, y que el creador de la serie, Bill Dubuque, utiliza para recordarnos que la búsqueda del enriquecimiento personal lo corrompe todo.

Lo que pasa es que nada de eso es nuevo. Y que, por muchos aires de gravedad que se da a través de su calculada oscuridad, –la violencia explícita, la imagen permanentemente azulada, la completa falta del humor– y de toda la palabrería pomposa sobre el valor del trabajo y el precio de la paternidad que trufa la voz en off de Marty, «Ozark» no es la tragedia moderna que aspira a ser sino solo una intriga más con pretensiones.

Más consistente, eso sí, resulta su reflexión sobre los retos consustanciales al matrimonio. Acorralados por las mafias a un lado y por la ley al otro, los Byrde tratan de mantenerse a flote mientras las catástrofes se multiplican exponencialmente a su alrededor –cada solución a un problema les causa tres problemas más–, y la cuestión es si los peligros y dificultades servirán para que la pareja fortalezca los vínculos. Ahora bien, ¿no hablaba «The Americans» de eso ya?