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Lola Flores: la bisabuela «invisible»

Lola Flores es la gran ausente en un momento en el que la saga crece con el nacimiento de Noah, el primer hijo de su nieta Elena Furiase

Lola Flores: la bisabuela «invisible»
Lola Flores: la bisabuela «invisible»larazon

Fue una matriarca feliz y supo mantener a la familia unida hasta su muerte. Lola Flores es la gran ausente en un momento en el que la saga crece con el nacimiento de Noah, el primer hijo de su nieta Elena Furiase.

Fue una matriarca feliz y supo mantener a la familia unida hasta su muerte. Lola Flores es la gran ausente en un momento en el que la saga crece con el nacimiento de Noah, el primer hijo de su nieta Elena Furiase.

Veintitrés años después de su adiós y según me confesó en una ocasión su hija Lolita, la presencia de «La Faraona» se siente en cada rincón de su casa, es como si el espíritu de Lola siguiera protegiendo a los suyos desde ese más allá en el que hoy se encuentra. Tras su fallecimiento, Lolita tomó el relevo y se convirtió en la nueva matriarca, más moderna que la anterior, pero con la misma fortaleza que le trajeron los genes maternos. Nadie mejor que ella conoce en propia carne el sufrimiento y la desgracia que fue perder a su madre y a su hermano, Antonio, en apenas 15 días.

Los Flores todavía lloran ambas ausencias porque el recuerdo sigue tan vivo como antaño. Doña Lola hubiera sido feliz con Noah. Era una mujer entrañable, sensible y súper familiar, y se desvivía por los suyos. Recuerdo una ocasión en la que me llamó para ofrecerme en exclusiva la fiesta de cumpleaños de su madre (a la postre fue el último año de vida de doña Rosario). Era ingeniosa y muy «pilla». Negociaba como nadie y, aunque en un principio me pidió 250.000 pesetas de las de entonces (era el año 1989), al final llegamos al acuerdo de costearle el banquete a cambio de la exclusividad. Unos meses antes de su fallecimiento tuve ocasión de estar a su lado en una fiesta en la que el transformista Paco España recibió como regalo una bata de cola de «La Faraona». Se notaba en el rostro de la artista que no se encontraba bien. El cáncer marcaba su vida y su fatal destino, pero ella intentaba aparentar ante los demás una alegría que en absoluto sentía en su interior. Yo tenía mucha confianza con la genial artista y días después, en una conversación telefónica, me expresó su preocupación por Antonio, que pasaba por momentos muy difíciles y que si algún día Dios se la llevaba de este mundo confiaba que «mis hijos puedan salir adelante con la misma fuerza y raza que yo lo hice en mis inicios». Antonio se quedó en el camino, pero Lolita y Rosario supieron desprenderse del «hijas de...» y hoy son dos grandes artistas.