El desquite de mi madre

Mi CEO favorito

Tristán es un Buda de la era moderna. En todo momento exhuma una serenidad implacable, envidiable para el resto de los mortales

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Tristán es un Buda de la era moderna. En todo momento exhuma una serenidad implacable, envidiable para el resto de los mortales

Tristán Ramírez es mi CEO favorito. Erudito, romántico y buena gente, no es el ejecutivo prototípico del sector de la moda. Hasta unos meses antes de asumir sus responsabilidades corporativas afirmaba que él no creía en los beneficios (lo cual de por sí le honra). Ahora, año y medio después de convertirse en el director general de Agatha Ruiz de la Prada, Tristán sigue siendo una persona admirable.

Ha vivido toda una transformación fashionística. Dejando su querida moto aparcada en Kirguistán (bajo los cuidados de un pastor evangelista, americano y motero, que llegó a parar allí para fundar en un orfanato), emprendió una nueva serie de aventuras inesperadas. El hippie empedernido que había sobrevivido meses con tres pares de calzoncillos se lanzaba al gallinero más profundo de la industria de la moda. De repente se vería inmerso en todo tipo de sorprendentes emergencias, como el qué ponerse para un desfile, para una cena de gala, para conocer a Anna Wintour o a Carlos Mejia Godoy y los de Palacagüina. Confrontado por la cataclísmica situación de no tener nada que ponerse, incluso con un armario lleno de ropa...

Su metamorfosis no ha sido meramente superficial, Tristán ha tenido que adaptarse al liderazgo de una empresa en pleno apogeo multicolor. Las intrigas han sido constantes, mientras que las reglas del juego han estado en perpetuo movimiento. ¿Quién podía esperarse que nuestro propio gobierno nos obligaría a cerrar todas las tiendas agathistas que teníamos en el extranjero, en cuestión de un mero año? ¿Quién se hubiera imaginado que tal situación se convertiría en una maravillosa oportunidad?

Tristán (el CEO) iba varias casillas por delante del sistema y sus curiosas fluctuaciones. Veía un matrix codificado dentro de las convulsiones fashionísticas y –al igual que Neo– ya no se molestaba en huir de los agentes Smith. Desde el momento en el que pisó el estudio Agatha Ruiz de la Prada Tristán apostó por la tecnología, por la venta online, por el marketing predecible, por múltiples algoritmos e inscripciones fantasmagóricas (bastante más allá de mis propias capacidades de comprensión). Ahora nuestra tienda online (www.agatharuizdelaprada.com/store) es un oasis cibernético que acoge a agathistas del mundo entero.

Las laberínticas posibilidades del internet habían abierto sus portales a Agatha Ruiz de la Prada. Tristán, mientras tanto, se ha convertido en una auténtica autoridad en lo que concierne al mercado cibernético. Recientemente ha vuelto de dar una conferencia sobre el asunto ante los jeques de Qatar. Un anarquista saliendo del armario (multicolor) para predicar los avances del capitalismo moderno. Sus años en China –donde estuvo trabajando, infiltrado como espía colorista, para el Grupo Inditex S.A.– fueron clave para que dejara de sorprenderse con las dinámicas del mercado. Allí la vida, las ventas y los consumidores se mueven a un ritmo vertiginoso, y queda poco espacio para nostalgias. En estos momentos, en China, la existencia humana se maneja casi exclusivamente a través de los móviles, con los que se compra online compulsivamente en todos momentos.

El surrealismo de nuestros comportamientos actuales apenas le trastornan a nuestro clarividente CEO. En pocos años ha visto de todo, tanto en sus viajes solitarios por el desierto de Gobi como en las transacciones del día a día en un conglomerado de moda. Esto sin duda le ha ayudado a proyectar un recorrido agathista para el futuro digno de la ciencia ficción, a la vez que a asumir todo tipo de marrones en la realidad más inmediata. En esto ha ejercido de CEO ejemplar, al pie del cañón y en primera línea de batalla. Sus extensas lecturas en el género militar probablemente han sido decisivas para forjar su valentía y empeño durante repetidas campañas coloristas. En ellas ha demostrado una fortaleza y una ética laboral de las que yo misma no era consciente. Y hay que admitir que, para sutiles diplomacias, emisarios como Tristán hay pocos. Gracias a su carácter tan evidentemente virtuoso y apacible, es difícil que alguien se resista a las buenas intenciones de Tristán. Es el desactivador perfecto de cualquier situación de alto riesgo.

Aún así, los revuelos del sistema fashionístico, los revuelos de la vida misma, apenas le turban. Tristán es un Buda de la era moderna. En todo momento exhume una serenidad implacable, envidiable para el resto de los mortales. Las ansias y la codicia no forman parte de su vocabulario. Es el contrapeso zen de la hiperactividad del estudio Agatha Ruiz de la Prada. Su astucia, su frugalidad y sus historias de motocicletas nos han salvado de nosotros mismos en múltiples ocasiones. Tenemos una suerte enorme de contar con un estratega ilustrado de tal calibre. Con este artículo le agradezco sus esfuerzos y su persona, que se han vuelto indispensables para nuestros éxitos. Ante todo, celebro su manera de ser y su visión de la vida, un mundo en el que todo va bien, vaya como vaya.