Comercio electrónico
¿Un Gucci falso? El tráfico más lucrativo después del de armas
¿Quién sufre cuando se compra un bolso falso a un mantero? No solo las marcas de lujo, sino los pequeños comerciantes que pierden ventas y no pueden pagar sus alquileres y los salarios de sus empleados
¿Quién sufre cuando se compra un bolso falso a un mantero? No solo las marcas de lujo, sino los pequeños comerciantes que pierden ventas y no pueden pagar sus alquileres y los salarios de sus empleados.
Una vergüenza terrible. Así lo recuerda un amigo que compró unas gafas Ray-Ban por internet y cuando se le rompieron poco después se acercó a una tienda de la marca para reclamar unas nuevas. Estaban dentro de la garantía, tendrían que cambiárselas. Un poco molestos, pero no demasiado sorprendidos, los empleados del local le explicaron que sus Ray-Ban Wayfarer eran falsas. La de gafas es una de las marcas más plagiadas del mundo, junto con Nike, Louis Vuitton y Rolex, de acuerdo con un estudio de la OCDE. Pero basta echar un ojo a las mercancías que venden los manteros por las calles de Madrid o Barcelona para corroborarlo. Aunque el lucrativo negocio de las falsificaciones es una preocupación antigua para las marcas y las autoridades que lo combaten, la muerte del vendedor ambulante Mmame Mbaye esta semana despertó en España un amplia discusión entre sindicatos, partidos políticos y comerciantes.
«De acuerdo con la Interpol, el de falsificaciones es el tráfico ilegal más lucrativo después del de armas a nivel mundial. Mueve cada año 338.000 millones de euros, que significa el 2,5 por ciento del comercio mundial. A nivel de la Unión Europea, supone el cinco por ciento de todos los productos importados. El impacto es brutal», afirma a este diario José Antonio Moreno, director general de la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema). Moreno también hace hincapié en «la locura» que sería despenalizar el «top manta», como propuso Podemos esta semana. «Liberalizarlo supondría un efecto llamada. Manteros de toda Europa vendrían aquí a vender libremente. Sin persecución policial nuestras calles se convertirían en poco menos que bazares turcos. El primer afectado, además, sería el pequeño comerciante. ¿Qué le dice Podemos a quienes pagan un alquiler, un salario a sus empleados y cotizaciones a la seguridad social?», se pregunta.
Por su parte, las marcas más plagiadas, que por lo general son las de lujo, han demostrado en los últimos años que están dispuestas a dar la batalla. En este momento, la venta «online» de productos falsificados es su mayor enemigo, por eso Chanel, Salvatore Ferragamo, Alexander Wang y muchas otras destinan una parte importante de su presupuesto a combatirlos en los juzgados. Esta semana, por ejemplo, Ferragamo obtuvo una victoria en Nueva York contra ciento cincuenta perfiles online que infringían sus derechos y que fueron condenados a pagar sesenta millones de dólares.
Pero las marcas también se ven obligadas a luchar contra las copias creando detalles distintivos que diferencien el producto original del plagiado. Es el caso de Hermès, que utiliza hilo de lino de mouliné recubierto en cera de abeja para todas las puntadas de sus bolsos, el cual se distingue fácilmente del hilo sintético. Chanel, por su parte, apuesta por la tecnología e incluye hologramas con números de serie únicos en cada una de sus prendas. La necesidad de combatir las falsificaciones en ambos frentes tiene que ver con los dos mercados que existen dentro de este negocio. El primero es el de las copias baratas que el consumidor identifica y compra a conciencia. El segundo, en cambio, funciona a través del engaño. Como lo que le pasó a mi amigo. Compras un producto de marca en internet que resulta ser un fraude. En este caso, los vendedores se esfuerzan por conseguir réplicas perfectas y las venden a precios altos, cercanos a los verdaderos.
El ADN de las marcas
Ahí es donde entran personas como Victoire Boyer, directora del departamento de autentificaciones de Vestiaire Collective, una plataforma francesa de compra venta de artículos de lujo. Boyer afirma que «las falsificaciones son cada vez más sofisticadas. Ahora utilizan una excelente calidad de piel, diamantes auténticos, etc.», por lo que compara su trabajo con una investigación: «La base de nuestro proceso de autentificación es el análisis del embalaje, la forma, el material, las partes metálicas, la tipografía, los acabados y los números de serie de cada producto. Pero no tiene que ver solamente con verificar los estándares de calidad de una marca, sino con poder confirmar que todos los elementos corroboran la fecha de producción de un artículo específico. Por ejemplo, en una cazadora “vintage” de Chanel, aunque no tenga etiqueta, debes poder reconocer el ADN de la casa: los botones, los acabados, el revestimiento».
El director general de Andema afirma que el de las copias «es un mercado perfecto: la oferta caza a la demanda y esta existe porque hay una oferta. No se producen fracasos comerciales porque todo lo que se vende ha sido un éxito previamente», ya que solo copian los productos más populares e icónicos. La demanda, justamente, es una parte importante del problema. Las marcas atacan a su manera y las autoridades aduaneras cada año incautan más productos falsificados, pero los consumidores siguen pidiendo el último bolso de Gucci o Louis Vuitton. «Las campañas de sensibilización que llevamos años haciendo van cambiando muy poco a poco la percepción del consumidor. En ellas nos apoyamos en la idea de que detrás de todo esto hay mucha pérdida de puestos de trabajo, algo que entiende cualquiera», explica Moreno. Efectivamente, a causa de esta industria ilegal se pierden en España 67.200 puestos de trabajo cada año; y este monto solo toma en cuenta sectores como el textil, el calzado, la marroquinería y la joyería (que son los más afectados). Además, anualmente se dejan de recaudar 9.216 millones de euros en impuestos en toda la Unión Europea.
Donde hay sol...
De acuerdo con Moreno, las ciudades más afectadas en España son las más turísticas: Madrid y Barcelona, «lo que coincide con que son dos ayuntamientos que no persiguen de manera activa la venta de falsificaciones ni protegen su comercio lícito». Marbella, Palma y Canarias también sufren: «Allí donde hay paseo marítimo y buen tiempo todo el año suele haber una mayor oferta de copias», asegura. Y turistas ávidos de comprarlas que no parecen darse cuenta de que están vulnerando sus propios derechos. ¿Quién responde por unas Ray-Ban falsas que se han roto? Nadie.
Ray Ban: El legado copiado de James Dean
Las gafas que llevaban James Dean y JFK siguen siendo inmensamente populares, por lo que la marca, especialmente el modelo Wayfarer (en la imagen) es una de las más copiadas del mundo. El grupo Luxottica, dueño de Ray-Ban, ha intentado combatir las falsificaciones durante años a través de demandas contra páginas web y negocios en mercados ambulantes, tanto en California, Estados Unidos, como en India, uno de los países donde más proliferan las copias.
Louis Vuitton. Un monograma demasiado famoso
La firma francesa es otra de las preferidas de los manteros. De acuerdo con «Forbes», su manera de combatirlos es a través de la acción legal, para lo que cuentan con un presupuesto anual de casi quince millones de euros que se dedica exclusivamente a la lucha contra las falsificaciones. Vuitton es de las casas con más experiencia en este asunto, ya que, irónicamente, los estampados que hoy la identifican, como el «damier», de cuadros, o su famoso monograma, fueron creados a finales de 1800 justamente para evitar las copias.
Rolex. Cuando los números delatan
Desde hace una década, Rolex, otra de las marcas que más sufre por las copias, graba sus productos con un número de serie grabado con láser en el bisel interior de cada reloj, algo que resulta muy complicado de falsificar. Además, el número de serie es único, por lo que para confirmar la autenticidad de un Rolex basta con contactar a la marca y verificar que el número exista en su sistema. Además, se está desarrollando una nueva tecnología para introducir un holograma en el cristal de cada reloj.
Nike. El precio de producir en China
La gran amenaza para Nike son sus fábricas en China, donde producen una de cada tres de las zapatillas que venden. La empresa no tiene el control absoluto de las líneas de producción, por lo que las copias, que se venden a un tercio del precio original, se hacen en sus propias fábricas y con los mismos materiales que utiliza Nike. Sin embargo, la marca ha incluido pequeños guiños en ellas para distinguirlas de las falsas. Las Air Jordan que sacaron en 2012, por ejemplo, llevan escritas en la lengüeta las palabras «twenty twelve». Un detalle que delató muchas falsificaciones a priori perfectas.
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