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Sevilla

954 busca su sitio

Julio Muñoz Gijón «@Rancio» regresa con un cómic dedicado a Sevilla

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Julio Muñoz Gijón «@Rancio» regresa con un cómic dedicado a Sevilla

Existen territorios y ciudades que la literatura se ha encargado de repoblar con lectores apasionados. Enumeramos algunos habituales y recurrentes como el Londres de Dickens, la Roma de Moravia o la capital peruana en la obra de Vargas Llosa. Todos se pueden encontrar viajando a estas ciudades. Otros, aunque se pueden vivir e incluso padecer como ciudadanos, sólo están presentes mientras se pasan las hojas y se leen las líneas escritas. Espacios míticos circunscritos a lo mental, a la exquisita creación o a la buena propaganda editorial, que de todo hay, pero que son imposibles de recorrer con un pie delante de otro. Piensen en el París de Perec o Cortázar e intenten ver la Lisboa de ciertos pasajes de Pessoa. No lo intenten, es imposible. Sin embargo se dan rarezas de tal calibre que la propia ciudad, sus ciudadanos, sus lectores y sus visitantes no tienen una unanimidad real ni de dónde están ni de cómo es la propia urbe. Un lío tan grande al que sólo se acerca el esquema de Ítalo Calvino en «Las ciudades invisibles» y sólo de lejos. Existen para recorrerlas desde la emoción y fuera de los días rutinarios, pero las que están dentro de esta categoría se retuercen sobre sí mismas estrangulando las percepciones de sus defensores y las de sus contrarios como una suerte de boa constrictor que se reventará en su propia rotación. Al final, no queda nada claro, nadie sabe de qué se habla y sólo queda la sensación o el atisbo del sentido total de la ciudad. Un raro sabor de boca y distintas versiones de una misma idea. Es decir, poca cosa, casi nada.

Existen varias en este espectro del que hablamos, pero seguramente a la cabeza de ellas, por su auténtica e histórica indefinición secular se encuentra Sevilla, de la que se han escrito los más diversos y variopintos libros tratando de desentrañar su verdadero espíritu sin que se haya llegado a una conclusión concreta. Seguramente, esto mismo sea la principal tesis de la ciudad: no existe una Sevilla. A todos los que lo han intentado se une ahora de forma singular Julio Muñoz Gijón, más conocido como @Rancio, con «La mejor ciudad del mundo (o a nosotros nos lo parece)» editado por El Paseo que llega con ilustraciones de Patricio Hidalgo.

A priori, se trata de la historia ilustrada de un niño a punto de nacer al que le dan la oportunidad de conocer la ciudad donde lo hará. Una especie de vuelo de reconocimiento para aterrizar con ganas. 954, ése es el número que le pusieron porque aún no ha habido bautizo, debe hacerlo en el seno de una familia aristocrática, alemana y con negocios en la industria pesada. Sin embargo, él cae por error en Sevilla, lugar del que quiere salir desde que aterriza. Se trata de un «error de amor» en palabras de Luis Cernuda, quien también sale en el libro, que se convierte en el hilo de una historia sentimental por la ciudad de la mano de personajes, más o menos conocidos, que tratarán de darle las claves de por qué no se debe ir de Sevilla. Una suerte rara de «Divagando por la ciudad de la gracia», «La Ciudad», «Los cielos que perdimos», «Ocnos», la secuencia puede seguir; es lo que le ha salido, concentrado, a @Rancio. Puede que sin quererlo, pero el libro contiene los elementos necesarios para convertirse en un clásico de este segmento, pues tiene la habilidad de colocar al lector, sensible frente a la percepción de lo que es Sevilla, frente a las verdaderas claves de su incongruencia.

Nostalgia, melancolía, humor, pero sobre todo dureza y frialdad de manera subliminal, ¿habrá algo más sevillano?, para chocar con la realidad. Como 954, se piensa que lo mejor es nacer en Alemania y que es un error tener que soportar el modo de vida de la capital andaluza, sin embargo el vínculo con las profundidades esenciales no se quiere perder nunca. Se podrá vivir fuera pero siempre estar el Jueves Santo, física o emocionalmente, en la ciudad y tener los pases de la caseta de feria por hacer una caricatura gráfica. Eso tratan de decir al pequeño no nato Silvio, Cernuda, Matilde Coral o «El Pali», entre otros a lo largo de las peripecias y viñetas que componen el libro. Héroes de carne y hueso, dioses del panteón hispalense, sevillanos ilustres sin galería que están constantemente reivindicados por una parte de la ciudad que rechaza sentirse encasillada.

Al leer «La mejor ciudad del mundo» afloran experiencias inesperadas por evidentes y ahí es donde reside la grandeza de un librito que parece un inocente cómic. Sólo la frase que asegura que aquí «la alegría te hace invulnerable» entronca directamente con aquello de Rafael Montesinos cuando escribía «ya duele el azahar en la memoria». Verso precisamente de su poema «Madrugada del destierro», escrito por uno de esos sevillanos que se pasaron media vida pensando sobre la ciudad en la distancia. Desde luego no se trata de un libro aburrido, ni pedante, todo lo contrario, el estilo del autor se nota desde la primera línea, lo que sucede y por eso lo engrandece, es que contiene un plus. Un extraño ingrediente propio de esas cosas auténticas que aún sobreviven en Sevilla, un guiño en las extrañas de lo resbaladizo que provoca lo que se ha tratado de definir como la pena cabal de la alegría.