Historia

Caracas

Apoteósis del chándal

La Razón
La RazónLa Razón

Las imágenes de Caracas con el pueblo volcado en las calles en estado de histerismo parecen de otras épocas, de otros regímenes, porque en teoría estoy escribiendo de un país democrático aunque sea de aquella manera. El presidente Chávez merece el respeto que le otorga el haber sido elegido por su pueblo, insisto, aunque haya jugado con algunas cartas marcadas en las elecciones. Pero su muerte, que también ha estado rodeada de unos misterios más propios de dictaduras, no tiene por qué variar la opinión sobre su pintoresca y fullera forma de gobernar. Eligió un populismo muy propio de la zona y su ayuda a los más necesitados, disponiendo de unos ingresos fastuosos por el petróleo, fueron más de cara a la galería, a crearse una imagen de caudillo imprescindible. No escogió en su afán de redimir a los más necesitados el dar la tierra para producir el trigo y con la harina tener pan para siempre. Él dio directamente el bollo, de esta forma, tenía a grandes capas de la sociedad cautivas, dependiendo directamente del caudillo, ya saben que esto es el pan para hoy y el hambre para mañana. Sin contar sus delirios de convertirse en un gran libertador mundial. Las grandes avenidas tomadas por las masas chavistas, que rodean el féretro del líder, recuerdan otros casos. El entierro de Evita Perón fue sin duda el mayor espectáculo funerario del siglo en Hispanoamérica. Hay que decir, aunque parezca muy frívolo, que con mucha más clase. La todavía adorada Evita fue una actriz frustrada que de alguna forma inventó los «realities». Lo que no consiguió en los escenarios, lo obtuvo en vivo, en directo, desde los balcones de la Casa Rosada. Estrella máxima de su época, con un sentido de la puesta en escena barroco. Su muerte dramática en plena juventud la elevó a los altares que sólo ocupan los más grandes mitos. Más tarde fue paseada por todos los escenarios y pantallas del mundo en un gran musical. Consiguiendo lo que siempre soñó, ser «superstar». Por eso, su entierro fue como una gran ópera, dirigida por Franco Zefirrelli. Hugo Chávez no da para tanto, es todo más tosco, más vulgar y tampoco da para musicales. Lo que llevamos visto, con todo respeto para la pena que muchos sienten en Venezuela, es la apoteosis del chándal.