Lucas Haurie
Camilleri no responde
En la flor de la juventud, a punto de cumplir 94 años, ha muerto Andrea Camilleri, el genio siciliano que, a través de la mirada anarcoide y tierna del comisario Montalbano, nos enseñó todas las complejidades de su querida isla. Vigatà, la ciudad imaginaria donde este carabiniere que, lúcido a fuerza de descreído, resolvía casos policiales mientras enunciaba tratados de gastronomía local, es un Macondo de la Italia contemporánea, un lugar mágico, pero a la vez aplastantemente real, desde donde ayer se desplazaría hasta el borde de su lecho el agente Catarella quien, “personalmente en persona”, certificó el fallecimiento de su creador. “Interrogado, el muerto no responde”, habría escrito en su último informe este entrañable e inepto funcionario. En España, porque además se inspiró en el Pepe Carvalho de Manolo Vázquez Montalbán –de ahí su nombre, su carácter mediterráneo y su afición por la buena mesa–, Camilleri será eminentemente recordado como un autor de novela (más o menos) negra. Fue, sin embargo, mucho más: desde un director teatral que tradujo a Ionesco y Beckett, nada menos, hasta el guionista que adaptó para la televisión las aventuras del Maigret de Georges Simenon; pero, sobre todo, era el último intelectual europeo que guardaba memoria del fascismo y lo conectaba, sin perder la sonrisa, con estos días de turbulencia que vive Europa: “Los italianos tenemos cierto gusto por la servidumbre. Igual que nos entusiasmábamos con Mussolini, aplaudimos cada vez que Salvini grita. Gente así nos quita el trabajo de pensar”, diagnosticó recientemente con precisión quirúrgica y sin querer extrapolar su juicio al resto del continente... aunque motivos no le habrían faltada. Ateo militante, Andrea Camilleri contempla ya luz eterna porque Dios nunca abandona a los buenos marxistas.
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