Música

Sevilla

Campo y cielo

El Carnaval de Brasil suena en Sevilla con la voz de Marta Santamaría, una cita que incluirá la proyección de la pasada edición

Marta Santamaría actuará el domingo en la Sala Juan de Mairena del Espacio Turina
Marta Santamaría actuará el domingo en la Sala Juan de Mairena del Espacio Turinalarazon

Desde hace unos años se han vuelto los ojos hacia el campo de una manera melancólica y de denuncia. En gran parte, desde la mirada de quienes ya no habitan entre las calles de sus pueblos ni viven en el aislamiento forzoso al que son sometidos sus habitantes en España. Páramos, desiertos interiores, vacío intensísimos que forman barreras inimaginables para quienes disfrutan de los servicios y atenciones de una ciudad media. Hace un año, «La España Vacía», de Jorge del Molino, resucitó el debate de la despoblación, de la doble realidad de este país de amplias llanuras donde no hay nada durante kilómetros.

Tanto ese libro como otros retomaban y se sienten herederos de «La lluvia amarilla», aquel libro con el que hace tres décadas Julio Llamazares se despedía en una sola voz de Ainielle, un pequeño pueblo deshabitado desde 1971 en la comarca del Alto Aragón. En Andalucía, donde abundan los pueblos grandes y bien provistos de paisanos, existe también un paisaje en franco retroceso, un espacio que se retira con la despoblación de sus tierras y la modernización de las labores agrícolas. Hablamos del campo, que hasta hace menos de treinta años está habitado por pastores, porqueros, guardeses, jornaleros y demás profesiones vinculadas al trabajo con los animales y el mantenimiento de las fincas. Un universo que no sabía de provincias donde sus protagonistas pertenecían al amo y como tales eran tratados como una parte más de la propiedad. Hablamos de un mundo cercano, a tan sólo unos kilómetros de los principales núcleos urbanos, donde los niños trabajan con las bestias casi desde que comenzaban a andar, como habían hecho todas las generaciones de su familia. Se heredaba la profesión y la pobreza.

Este mundo de frío, hambre e infinita soledad ha sido retratado por Alejandro López Andrada en «Los años de la niebla. Los últimos pastores» (Almuzara). Se trata de un libro de difícil clasificación porque mezcla varios géneros y perspectivas. Narrativa, ensayo, prosa poética, memorias, biografía; también es un trabajo etnográfico y un estudio antropológico, pero a la vez una colección de relatos cortos con sus personajes y tramas definidas. Lo define bien la frase de José Manuel Caballero Bonald en la contraportada: «Es el gran poema dramático del campesino». No es la primera vez que el autor se mete en las veredas de este campo desolado, pues ya había publicado, además de once novelas y poemarios, otros textos vinculados a la desaparición del mundo rural. «El viento derruido» y «El óxido del cielo» perfilan esa atmósfera que huele a tierra mojada, a candelas apagadas y a fríos perpetuos. «Los años de la niebla» muestra a los habitantes de un lugar y un tiempo reducido a la ceniza pero sin melancolía ni rencor por las fatigas sufridas. Descripciones deslumbradoras de la vida junto a las ovejas, del miedo al lobo, de los rituales durante el esquileo, de la vida en el chozo, centro de este universo perdido en entre las sierra del Valle de los Pedroches pero donde los límites culturales llegan hasta el sur de Badajoz y Ciudad Real. Dediquen horas de quietud a leer párrafos tan extraordinarios como éste: «Los pastores eran parte de la naturaleza. Allí estaban los grillos poblando el aire de inquietud y el trino del ruiseñor entre los zarzales combatiendo la pena, la endémica escasez que cubría sus vidas y destellaba en las miradas de sus retoños frágiles e inocentes».

Noche de carnaval

Todo listo para recibir la lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma, mientras llegan los días de abstinencia y reflexión previos a la Semana Santa. Antes de que el calendario se lo apropiara la Iglesia, estas celebraciones ya existían desde la Antigüedad. Es más, el carnaval, el disfrazarse para romper las normas era una de las fiestas paganas de la Edad Media que se suprimieron con mayor o menor fortuna a comienzos del siglo XVI. Sólo hay que recordar la Fiesta de los Locos o «El obispillo» como se conoce en el sur de España. Hay en estos dos días citas de sobra para buscar un lugar donde resguardarse bajo la careta y el disfraz en todo la comunidad andaluza, aunque es obligado poner los ojos en Cádiz donde durante el fin de semana tendrán lugar la final del concurso de agrupaciones y el domingo el carrusel de coros.

En Sevilla, la cita obligada es el domingo a las 19:00 horas en la Sala Juan de Mairena del Espacio Turina, donde la cantante Marta Santamaría presenta «Carnaval de Brasil». Se trata de un concierto que esta cantante sevillana y su banda dedican a la mejor tradición sambista de Río de Janeiro y Salvador de Bahía. Durante la actuación se proyectará la edición del carnaval fluminense del año pasado, lo que permitirá a los asistentes conocer, más allá de las imágenes habituales y tópicas, lo que realmente supone el carnaval en la antigua capital brasileña. Aunque nacida en Sevilla, su trayectoria como cantante y actriz llevó a esta intérprete hasta la ciudad de Los Ángeles donde estudió y trabajó en la industria cinematográfica, al tiempo que se enamoraba de la música del país sudamericano. Una vinculación estimulada además gracias a su matrimonio con el músico Antonio de Sant´anna. En su voz, está resumida toda la fuerza de la tradicional musical con nombres propios como Clara Nunes, Chico Buarque, Gael Costa o el maestro Pixinguinha.