Andalucía

De la inopia a las calles

La Razón
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De la utopía a la inopia, hay un sector de la población que prefiere la indigencia económica e intelectual antes que afrontar con humildad la realidad cotidiana. O sea, comer, excretar, dormir y reproducirse, esas cuestiones que conciernen a los seres vivos del planeta. No es, en absoluto, el caso de ese andaluz de cada cien que en marzo quedó registrado en el ministerio como demandante de empleo sin trabajo previo. Tanto el indigente como el preocupado, el deber de las administraciones es integrarlos a todos, si es que están por la labor los administradores de situar las prioridades con una cierta lucidez para con sus administrados. Ambos colectivos, las cigarras y las hormigas, cargan con un grado de frustración que los hace vulnerables al discurso demagogo reinante. Y ese problema no es menor. La cigarra, o el cigarrón, pues de todo hay en este ecosistema de pensadores de toilette, dedica una gran parte de su vasto volumen de ocio a señalar intrigas y observar conspiraciones con el único fin de justificar su estado de consentida exclusión. Entre esa población de indignados, igual de tendentes a las utopías que a las inopias, abunda un género de ciudadanos en la cuarentena que creyó, quién sabe qué capítulo de la «Bola de cristal» no comprendieron, que el artista tiene el derecho de serlo, en primer lugar, y de recibir una soldada sólo por el hecho de serlo, que ya se entiende menos. Son pocos, pero vaya si son inflamables los gachós. En los últimos años son más evidentes: escribidores, pintores, pensadores y «performers» varios que optan por indignarse ante «este país franquista de mierda» que les está impidiendo vivir de su gran arte, su gran cuento, como sí hacían antes de la crisis. Y ahí andan, planeando incendiar las calles contra el «franquismo». Nivelito.