Cataluña

De ocurrencia en ocurrencia

La Razón
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El sin par Miquel Iceta, ¡atiza!, ha tenido una ocurrencia. No es ajeno el Partido Socialista de Cataluña a esos recurrentes encuentros felices con la musa, como tampoco lo es con los oráculos. En el fondo es esa aguda idea, ese «imaginema» anguloso, el que tan ricamente ha bamboleado al PSC a lo largo de la historia de la barretina al tiple, de la animada militancia a una melancólica memoria que atufa esencialmente a nacionalismo, al del pozo, la acequia y la aldea. Con todo, Iceta es a Pasqual Maragall en política lo que Enciso fue a Núñez de Balboa en el oficio de conquistador de las mares océanas. El primero soñó el Pacífico, el segundo mordió por el oro y la gloria. Y en ésas andan los socialistas catalanes en este momento, en busca de un mar poco bravío que sea preludio de un incierto El Dorado. En el camino del voto a la hegemonía, que ya quisieran ellos, a Iceta se le ha ocurrido una propuesta a la que le han surgido de inmediato dos cuernos desde la mollera y un rabo en la rabadilla. La rumbosa gansada, registrada en el programa electoral para las elecciones del 21-D, consiste en condonar la deuda de Cataluña, que no son por cierto migajas. Y lo hace Iceta justo en medio de dos negocios, porque aquí nadie dispara sin pólvora: la financiación autonómica y el acercamiento del PSC al catalanismo moderado. Del mar al océano en una brazada. En Andalucía ya se le ha dicho que nones. Mario Jiménez, portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento regional, mano derecha de Susana Díaz en las cuestiones generales y ojos, orejas y boca en las graves, se ha remitido a la conferencia de presidentes y que nada de comunidades sí y comunidades no. A este paso, Iceta rehabilita a Durán i Lleida. Y Jiménez a Guerra. Ésas sí que serían dos ocurrencias.