Política
Dorothy frente a la Moncloa
En la sede del PSOE andaluz de la sevillana calle San Vicente se han activado los aparatos de aire acondicionado. Nada nuevo bajo el sol, incluidos los primeros escalofríos que han helado el rictus al personal. Los motivos son conocidos por todos. De entrada, se desconoce cuánto de rencoroso se revelará el nuevo inquilino de La Moncloa con la que fue el ariete de Pedro Sánchez durante tanto tiempo. En los oídos de los más memoriosos aún permanece como un eco aquel grito en la puerta de la sede socialista en Madrid que alteró irreversiblemente el termostato de Ferraz: «¡La autoridad soy yo!». En tanto se discuten quiénes serán las autoridades venideras, el socialismo andaluz aguarda temores razonables sobre cómo va a gestionarse un Gobierno que depende del mortífero péndulo de la izquierda posmoderna, de un lado, y de las fuerzas centrífugas del independentismo, del otro. Las primeras voces desde San Vicente aplauden el cambio. Se acabaron los años de plomo, dicen, sin ser conscientes de que es la hojalata la materia con la que se viste el nuevo presidente del Gobierno. Como aquel personaje del Mago de Oz, que siguió a Dorothy por el camino dorado, el hombre de hojalata sigue buscando un corazón. Enfrente, y eso es conocido en la bancada socialista, Antonio Maíllo se ofrece a los ciudadanos como el león apocado al que le ha crecido el valor y, de brujas, por el momento, constan Moreno Bonilla en el Levante, Teresa Rodríguez desde Poniente y Antonio Marín en el Extremo Centro. El cuento próximo del PSOE andaluz aún no tiene guion y le falta una estructura, aunque el reparto de papeles esté más bien definido. El espantapájaros queda de personaje coral. Los retales de paja y de tela raída han conformado un Gobierno en Madrid en el que todavía no se adivina cerebro alguno.
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