Economía

El dinero no llegó a la comunión

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghilarazon

Allí estaba el marinerito con el traje tantas veces ajustado como tallas de los diferentes usuarios por los que había pasado. Tenía ya un cierto olor (sic) amarillento de ese que no se va por más que se le ponga detergente blanqueador. El mismo amarillo de los rebordes de la primera foto en la que aparece; la que está en la salita entrando a mano derecha y arriba de la foto de la mili. Frente al marinero están el padre y la madre; supervivientes, enamorados, separados, deconstruídos, reinventados... Están. Al lado, dos abuelas, doscientos achaques y un «ten cuidado niño no se te vaya a manchar el traje». Los «Burger» de los centros comerciales están repletos de comuniones entrañables que no pudieron agasajar al recién comulgado con el exclusivo viaje a «Urodisni», ese que le da un sentido a la celebración quizá, muy quizá, desmesurado.

Para la mayor parte de las familias, o lo que queda de ellas, a los diez años del nacimiento de la criatura, el dinero aún no ha llegado. Me refiero al dinero que el Banco Central Europeo lleva bombeando desde que «la cosa» se aceptó que era gorda e iba para rato. Lo último y a imitación del fallido modelo japonés y el exitoso ejemplo estadounidense, fueron las «Quantitative easing» o programas de compra masiva de activos públicos lanzadas por Mario Draghi.

He leído a algún colega que en tan sólo seis meses, Estados Unidos creó más dinero que el puesto en circulación entre 1940 y 2007. ¿Dónde está ese dinero que los expertos llaman M3? Desde luego no llegó a la mesa del «Burguer».

Para entender un poco esta situación pedí su opinión al profesor Francisco Zabala, buen conocedor de la política monetaria. Me apuntaba que antes del inicio de la crisis las tasas de crecimiento de M3 se situaban en torno al 8% (hecho llamativo si se considera que el objetivo a medio plazo del BCE era del 4,5%). Esto se debía sobre todo a la fuerte expansión del crédito durante la gestación de la burbuja inmobiliaria. El máximo de tasa de crecimiento de M3 (12,4%) se alcanzó entre octubre y noviembre de 2007, justo antes del inicio de la crisis. A partir de ahí, la tasa empezó a caer debido sobre todo a la contracción del crédito derivada de la crisis financiera. Para hacer frente a esta situación se ha hecho un uso principal de la política monetaria frente a la política fiscal gracias a que no había riesgo de que la inflación se disparase conforme se imprimían euros a mansalva. Naturalmente ha habido otras medidas como la creación del banco malo (la Sareb) que tanto ha criticado mi colega Guillermo Rocafort en su interesante y último libro «Fondos buitre. Manual de autodefensa» (Ed. Barbarroja).

La cuestión fue que en otoño de 2008 se inició una política monetaria muy expansiva en el Banco Central Europeo jamás conocida y mientras la política monetaria se iba haciendo más expansiva (con sucesivas bajadas de tipos de interés), la tasa de crecimiento de M3 se fue reduciendo hasta llegar a cifras negativas en otoño de 2009. En esta cadena que debería ir desde el BCE hasta la hamburguesería post primera comunión ha fallado el denominado «mecanismo de transmisión» de la política monetaria. Es lo que sostiene la tabla que acompaña a este artículo. De nada sirve la actuación del BCE si el sistema financiero no expande el crédito a empresas no financieras (que son todas las de una economía salvo las entidades financieras y de seguros) y a los hogares.

La tabla* evidencia la fuerte contracción del crédito al conjunto del sector privado para el periodo 2009-2015 con una reducción del 4,4 % (más intenso en las empresas que en los hogares). Sin crédito no hay inversión ni gasto. Sin inversión ni crecimiento de la demanda no hay empleo, ni tan siquiera empleo con salarios muy inferiores a los previos a la crisis (debido a lo que los economistas llamamos «devaluación interna») y con unas condiciones que han dado lugar a una nueva clase social que es el «precariado» en palabras del antropólogo Isidoro Moreno. En cambio sí ha habido una fuerte expansión del crédito al sector público. El BCE ha prestado fuertemente a los bancos a través de las operaciones de financiación no convencionales para que estos compren una deuda pública que, de otra forma, exigiría el pago de una prima de riesgo altísima. Sólo en 2013, la expansión del crédito a las administraciones públicas españolas fue del 16,8%. El mismo año en el que el crédito a las empresas privadas se redujo un 10,6% y un 5% a los hogares. Técnicamente hemos tenido una clara monetización de la deuda, se quiera o no reconocer; una monetización que hace recordar el aserto que dice que «el problema del dinero público estriba en que los ciudadanos piensan que es gratis y los políticos que es suyo».

El dinero no llega a los agasajos de las celebraciones familiares de miles de hogares donde aún todos los miembros están en paro o viven agarrados a un contrato precario con el que aún andan devolviendo las cuotas de aquel préstamo para irse de vacaciones a Marina D’Or. Aquéllos eran tiempos de restaurante y no sólo de «Burger».

* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Sevilla. Director de la Cátedra de Economía de la Energía y Medio Ambiente. Investigador asociado Universidad Autónoma de Chile