Procesiones

El esplendor del otoño II

La Razón
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En el articulo del martes, yo estaba situado en la puerta de la basílica de la Macarena. Allí me despedí de mis amigas y como es habitual decidí caminar un rato. Había dejado el coche en el aparcamiento de la plaza del Duque, me dirigí a la calle Parras, y de nuevo se repitió aquello de «lo habrá querido la Virgen», en este caso, la del Rosario. Al entrar en la citada calle, el paso en todo su esplendor delante de mí. Otro momento para guardar. Callejeando, salgo a la parte trasera del mercado de la calle de la Feria. En la explanada que hay delante del palacio de los marqueses de la Algaba, muchos conocerán que allí se ha instalado una especie de mercado gourmet, pero todo muy natural, tanto es así que en las lonjas en las que se vendía el pescado fresco, sin tocarlas, es donde puedes encontrar desde paellas hasta cocina japonesa, pescados, mariscos, carnes y las bebidas correspondientes, que sacas a la mesas del exterior. El lleno era total. Un grupo de folk americano animaba la cena. Me pareció estupendo que un domingo por la noche tuviese tanta vida. A mí no me molestaron los turistas que había, a los dueños de los negocios y a sus trabajadores tampoco. Algo parecido pasaba en la Alameda de Hércules, todo lleno. Para rematar la noche, empiezo a oír una banda atronadora. Llego hasta la calle Trajano, en la entrada lateral de la iglesia de los jesuitas estaba la banda y lo que parecía una procesión. De pronto me da un vuelco el corazón: ¡ Isa Pantoja con una especie de hábito negro y un cirio en la mano formaba parte del sequito! Pensé en avisar a los reporteros que conozco, que se pasan media vida en la calle para conseguir una foto que les compense. A Isa se la ha fotografiado en todas las situaciones, pero nunca en plan catequista, por lo que la foto valdría una fortuna. De pronto veo a otra Isa, y a otra, pero mayor. Estaba a punto del ataque, hasta que me acerqué a un agente el tráfico y me informó que era la procesión de la colonia peruana. Volví a la realidad y fue un broche original para un día de esplendor del otoño sevillano.