Bolsa
El olvido de la construcción
Con total seguridad es una osadía por mi parte pretender realizar una valoración de las perspectivas de futuro del sector de la construcción y de la promoción inmobiliaria este año 2013 porque probablemente no seré capaz de reflejar el sentir general de pesimismo que envuelve al sector. Un año en el que, antes de concluir el primer mes de existencia, se despacha con el anuncio de que en España a finales de 2012 casi rozábamos los seis millones de parados no hace más que corroborar la certeza de que este año rebasaremos sobradamente esa cifra y esa certeza, de ninguna manera puede ser considerada una buena premisa de partida.
Desgraciadamente, la construcción y la promoción inmobiliaria seguirán constituyendo un granero de potenciales desempleados en el que, mes a mes, la ausencia casi absoluta de inversión pública productiva, el cambio de rumbo en la política de estímulos a la vivienda y la insistencia de hiperregular el urbanismo que deviene en inseguridad para el inversor como ha ocurrido con el reciente Decreto de Protección del Litoral de la Junta de Andalucía, no hará más que provocar el aumento del número de desempleados provenientes de nuestro sector productivo.
Da la sensación de que nuestros dirigentes políticos han ensordecido a las reivindicaciones de nuestro sector y a los continuos mensajes en los que avisamos de que la actual situación es insostenible. Parece que no cala entre quienes tienen atribuida la potestad para poner en práctica políticas de estimulo económico la absoluta necesidad de impedir la caída o incluso la desaparición de nuestro sector, ya que no existe economía moderna en la que la construcción no represente un elevado tanto por ciento en el Producto Interior Bruto de la Nación. No es de recibo que la inversión productiva haya caído en torno al 50% en el año 2012 y que se prevea una caída similar para el año 2013, con los presupuestos de todas las Administraciones ya aprobados.
La eliminación de la desgravación fiscal a la compra de viviendas destinada a residencia habitual y la subida del IVA en la vivienda nueva del 4 al 10 % no hará sino empeorar el actual estancamiento en las compraventas, ya de por sí dificultadas por la ausencia total de financiación de unas entidades de crédito que siguen prefiriendo financiar su propio producto inmobiliario, asfixiando aún más al sector promotor. A este panorama se añade un factor más de incertidumbre, el efecto distorsionador que puede suponer la irrupción en el mercado del denominado Banco Malo. Sus efectos aún están por ver. Sólo nos salva pensar que aunque nuestro mercado interno haya desaparecido, seguimos siendo destino de atracción para la inversión extranjera.
Quizás no todo sean malas noticias. Quiero pensar, siendo optimista, que la entrada de 40.000 millones en la banca española se traducirá en una reactivación, aunque sea mínima, del crédito a particulares y a empresas y que de una vez por todas, se hará una política de pago a proveedores responsable, confiando en las palabras de nuestro Ministro de Hacienda de que en caso de incumplimientos el Estado asumirá la responsabilidad del pago, traspasando después el cargo a los municipios deudores. En definitiva, que de este periodo de crisis todos salgamos habiendo aprendido a hacer algunas cosas mejor.
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