Sao Paulo
Entre Brasil y Andalucía
Mi amigo Pedro, al que le interesan más los goles del Valencia que los avatares de la política, lleva más de un lustro viviendo en Brasil, adonde ya en el siglo pasado iba a montar supermercados y lo desaconsejaba como destino vacacional: «En Sao Paulo o Río, no he sido capaz de dormir una noche del tirón sin que me despierte un tiroteo». El mismo día en el que Vox resucitó a la derecha rotunda española en Vistalegre, donde Morante de la Puebla cuajó la faena más heterodoxa de su carrera, me comentaba con idéntico pasmo las ocasiones falladas por Batshuayi contra el Barcelona y el demoledor triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones. «Tenemos 60.000 asesinatos al año, el doble que hace un decenio, y más muertes violentas al día que en la guerra de Siria. No hay argumento ideológico que pueda con la necesidad de acabar con la inseguridad». Debido al cambio de hora, ayer esperé que amaneciese en el DF de Brasilia para volver a llamarlo y contarle que los ajustes de cuentas son diarios en el Campo de Gibraltar, donde han detenido al padre de un niño muerto por una narcolancha tras apuñalar a su piloto: «Pues ya sabes en qué comarca andaluza va a sacar más votos Vox. Y si encima viven en crisis permanente con la llegada masiva de inmigrantes irregulares... Equis mil personas no sufren un repentino rapto de locura que los lleva a decantarse por opciones filo-fascistas o, peor aún, abiertamente comunistas. La población, sobre todo en las capas menos formadas, elige la papeleta de quien crea que va a solucionar más rápidamente sus inquietudes más primarias. Del millón y medio de votantes del PSOE en las autonómicas, ¿cuántos están literalmente alimentados por el partido o son familiares directos suyos?». Lo claras que ve uno las cosas con siete mil kilómetros de perspectiva, oye.
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