Estepona
Estepona, lección de hiperrealismo
Antonio López firmó su lienzo más célebre a los 78 años. Los rayos catódicos ayudaron entonces, era 2014, a que el «Retrato de la familia de Juan Carlos I» alcanzara la cuota mediática de un delantero de 40 goles por temporada. Pues veinte años tardó el pintor de Tomelloso en terminar el encargo. El cuadro, los colores, los tonos, la composición y los rictus de la familia, relata bidimensionalmente la mudanza del tiempo de la Corona. La tercera dimensión es cosa de Juan Eslava Galán.
El escritor jienense ha publicado su enésimo magisterio de divulgación histórica. El título es «La familia del Prado» y lo edita Planeta, un itinerario por el museo que repasa el álbum familiar de la dinastía de los Austrias y los Borbones españoles. La vida cotidiana de los reyes, reinas, príncipes y meninas, salpimentada de sucesos chispeantes y un ligero anecdotario a través de la pinacoteca madrileña. Eslava Galán ha presentado esta semana su libro en Estepona. Al pasear por sus calles se ha detenido a cada leve repecho. Es la luz del pueblo. El blanco de las casas, es el azul del cielo, es el epítome machadiano y es la luz de alguna infancia. Hay algo de Velázquez, pero también de Antonio López. Lo llaman hiperrealismo, dicen quienes entienden; una hipérbole de la realidad, una representación que busca ser más real que lo real.
A Juan Eslava, que se para en el hijo sedicioso de Felipe II o en las confesiones de alcoba de Carlos III a su madre, no le cuesta transitar desde el retrato de Tintoretto al de Goya, pasando por el último, el de Antonio López. Las formas verticales del fondo, la talla de Felipe VI y lo hiperreal. Claro. Fotográfico. Y lo dice admirando las calles de Estepona. Ni una mota de polvo. El casco antiguo es un lienzo. La calle Pozo de los Palos, la de María Espinosa... Las paredes encaladas, las macetas y la floresta. Todo nítido. Uno casi puede usar el adoquinado urbano de espejo. No fue así siempre en Estepona. Este municipio de la Costa del Sol padeció la sombra del «gilismo». El GIL regentaba varios ayuntamientos de estos territorios justo cuando Antonio López, con apenas 54 años, recibía el encargo de retratar a Juan Carlos I y a su familia, siguiendo la secular tradición. Al pelotazo «gilista» lo continuó el pesebre socialista. El paraíso esteponero se había transformado en un pozo de detrito.
En 2011, el notario y abogado del Estado José María García Urbano se presentó en las listas del PP a la Alcaldía de Estepona y sumó una abrumadora mayoría absoluta. Cuatro años después, en las municipales de 2015, pasó de tener el favor de la mitad del pueblo a tenerlo de casi seis de cada diez esteponeros. El notario había firmado el milagro, autógrafo jurado incluido. Estepona ha viajado en una montaña rusa que se ha disparado de la bancarrota al saneamiento, de la grisura al blanco calizo y de la depresión a la euforia. Su autor, García Urbano, conversa con el otro autor, Eslava Galán, quien ha presentado su libro en el centro cultural Padre Manuel de Estepona. Alguno de los dos ha debido de reparar en la cantidad de cosas que los une, incluida la coincidencia de dos aniversarios y una lección de técnica pictórica.
Se cumplen ahora 200 años del Prado y acaban de hacer diez años desde que el Gobierno de la Junta sacó a concurso la redacción del proyecto base y de ejecución del Centro Hospitalario de Alta Resolución (Chare). Solicitada la licencia de obras, aprobados los 16,9 millones de euros para su construcción y dos días después de ganar García Urbano el bastón de mando, el SAS anuló el contrato. De aquella lección de realismo sucio, García Urbano aprendió que aquella realidad aconsejaba hiperrealismo. El alcalde aplicó una estricta austeridad en la Administración, con una gestión más prusiana que mediterránea. Los hitos de ahorro son ya conocidos. La prueba del algodón fue el ERE en el cuerpo laboral del Ayuntamiento y la guinda ha sido la construcción del hospital con dinero municipal.
Toda la comarca llevaba décadas pidiéndolo. Y García Urbano ha desafiado la ley de la gravedad para que, al fin, el SAS se haya comprometido para el equipamiento, puesta en funcionamiento y mantenimiento del nuevo hospital. El plazo de ejecución de la obra previsto en el contrato era de dos años. Dos años han sido. Acaban de ser. Firma de notario, lección de hiperrealismo.
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