Toros

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Gesta y arte

La Razón
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El pundonor es una palabra tan bella como olvidada en la sociedad de hoy. Un término muy utilizado en el mundo del toro, donde todo torero que hace el paseíllo trata de lidiar sus toros con el mayor decoro y atendiendo a su dignidad personal. Cuidar la fama y la honra, ni más ni menos. Pundonor tuvo ayer Juan José Padilla en Valencia. Tras una escalofriante cogida, el torero permaneció herido en la arena hasta que terminó de torear a su segundo toro. El pundonor, a veces, se asocia con la raza. Esa lucha por superarse, por darlo todo. Manuel Escribano es un ejemplo de raza torera. Tras nueve meses sin torear, reapareció en las Fallas, pleno de facultades. O la de Roca Rey en Andújar, saliendo de la enfermería (después de una espeluznante voltereta) con gritos de «torero, torero». Así es la tauromaquia. Una escuela de valores, por mucho que quieran criticarla los que proclaman la falacia animalista. El toreo es tan grande que se pueden dar la mano tanto la gesta como el arte. La heroicidad y la fugacidad de los sueños. La hazaña de San Isidro la vuelve a protagonizar Eduardo Dávila Miura, que regresa a Madrid con Miuras, para conmemorar el 175 aniversario de la fundación de la ganadería más legendaria de la historia. Una gesta al alcance de muy pocos. Y el arte, lo revivió este fin de semana en Illescas Pepe Luis Vázquez. El hijo del Sócrates de San Bernardo, vestido de rioja y azabache para la ocasión, dejó detalles de la sublime naturalidad y torería que atesora. Morante y Manzanares parecieron torear como homenaje a su dinastía. Y el niño rubio, rememoró a su padre tras el brindis a Vargas Llosa. Recuerdos de Pepe Luis:/naturales, trincherilla/ y al aire un kirikikí.