Antonio Dechent
«Hay que tener claro en qué lado del arco iris político se está»
Antonio dechent, actor
¿Lleva muchas horas de Método Stanislavsky pasar en un fin de semana de interpretar a un fascista como Queipo de Llano a un mayor aliado?
–Lo único que los une es que ambos llevan uniforme. El personaje de «Tomar partido», Steve Arnold, es en la vida civil un inspector de seguros y por eso está ahora en esa investigación sobre los nazis en el Berlín inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Queipo es totalmente distinto, es un militar de carrera y tenía mucho poder. No tenía el suficiente y quería todavía más, que fue lo que llevó a su tragedia íntima. No podía consentir que nadie tuviera más poder que él y por eso se rebeló contra la Monarquía, la República e incluso contra Franco, pero ahí encontró su Talón de Aquiles. Cuando el guión está bien escrito el método viene solo. En este caso sólo hay que ceñirse a los dos autores.
–¿Se ha sentido como Spencer Tracy en «Los juicios de Nürenberg»?
–(Risas) ¿Parecerme a Spencer Tracy yo? (Risas). Hay algunas referencias de atrezzo en la función que llevé como algunas carpetas de aquella película. Sí citan muchos aquellos juicios y es cierto que hubo unos juicios paralelos. Porque allí juzgaron a los responsables políticos y luego hubo juicios a jueces, maestros o a todo al que colaboraba. En este caso se centra en el artista, Wilhelm Furtwängler, y su papel en aquellos años. Aunque esto no sea el juicio, sino una investigación preliminar que sí tiene mucho de interrogatorio. El espectador va viendo la estrategia y cómo se desarrollan las preguntas y aparecen informaciones que el público no se espera. La obra se llama «Tomar partido» porque los que no lo tomamos somos nosotros. Desde mi personaje tengo muy clara cuál es mi opinión de qué es lo que pasa aquí y Furtwängler la suya. ¿La música es una salvación para salir de la miseria o es lícito dirigir orquestas mientras hay hornos crematorios?
–¿En la actualidad pasa algo parecido. Muchas veces veces subimos el volumen para no escuchar lo que le pasa al vecino
–El artista es una persona que vive en el mundo. Lo que pasa es que no podemos llegar a un nivel en el que se dice que como uno es cómico no se mete en política, porque el hombre es político por naturaleza. Otra cosa es que en mi caso, con mi labor artística, se defienda una postura u otra. Como ser humano hay que tener claro en qué lado del arco iris político estás. ¿Por qué no hay que decir lo que uno lleva dentro? En el caso de los desahucios, me sorprende mucho que la gente siga dejándose adormecer por espectáculos como «Ricas y famosas» o «La casa de los ricos». Todo ello me parece un poco absurdo. Desde cualquier sitio, todo el que sienta que debe decir algo lo tendría que decir. Tanto a favor como en contra.
–La Junta ha acabado con el Centro Andaluz de Teatro. ¿Qué le parece?
–Creo que la Junta se lo cargó hace tiempo. La verdad es que en su momento cumplió una labor y creo que luego eso no se hizo. Lo que debió hacer fue aglutinar a todos los profesionales y poder hacer un resultado de calidad. De alguna manera creo que lo consiguió aunque de manera escasa. Debió ser más un sitio de encuentro.
–Desde el escenario, ¿cómo se ven las cosas?
–Bueno, gracias a Dios el escenario es como el tatami de las artes marciales, al que se le saluda cuando entras en ese espacio y al que cuando entras vives un mundo irreal. Las cosas se ven con un poco más de ironía y más distancia. Eso dura lo que dura la función, una vez que sales de allí te das de bruces con la realidad.
–¿Qué proyectos tiene entre manos?
–Ahora los proyectos dependen de la «generosidad de los extraños», como se decía en «Un tranvía llamado deseo». Yo no decido que voy a hacer ésta u otra película. A mí me llaman y me lo proponen. En esta época de rasgar vestiduras y de rechinar de dientes que estamos viviendo, la verdad es que hay proyectos, pero no te los digo no porque crea que se gafan, sino porque no me los creo.
–¿Esa incertidumbre de la que habla es una nueva modalidad del pánico escénico?
–(Risas) ¡Eso no tiene nada que ver por Dios! El pánico escénico es una cosa íntima y personal.
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