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«Hoy nos ahogamos en un vaso de agua si no nos cogen el teléfono»

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Pasó por la Feria del Libro de Sevilla para presentar el epistolario que en 1926 se cruzaron Rainer María Rilke, Borís Pasternak y Marina Tsvietáieva.

Mantiene Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943) el aire de quien acaba de bajar de un vagón del Orient Express en la estación de Viena, donde le espera, sentado tras los cristales del Café Landtmann, Stefan Zweig. Ese espíritu, el de la vieja Europa, la que murió con la llegada de los totalitarismos y fue sepultada con la Segunda Guerra Mundial, da forma al corazón de la obra que le ha traído a la Feria del Libro de Sevilla. La presentación de «Cartas del verano de 1926» (Minúscula), que recoge el epistolario entrecruzado por el triángulo formado por Rainer María Rilke, Borís Pasternak y Marina Tsvietáieva antes de que explotara el mundo.

–Presentar un libro de cartas en la época del correo electrónico, ¿una nueva provocación?

–Sí, pero es importante decir que son cartas que se cruzan en 1926, una época en la que las cartas eran algo normal y que ahora la gente va olvidando. Por eso creo también que hay una provocación, pero que ésta se convierte en una aventura cultural. Además, se trata de una obra que narra, en cierta medida, lo que ocurre en 1926, que es la fecha de la primera Feria del Libro en España.

–¿No le produjo cierto rubor presentar unas cartas tan llenas de amargura, de pasión, de dolor, que muestran tanta desesperación?

–No, porque no hay indiscreciones de la vida privada. Eso es lo bello de la literatura y de la poesía. Hoy día, cuando se transmiten los secretos de una pareja o de algún personaje nos resultan obscenos, ya que afectan a su intimidad. Ellos tres no son capaces de eso, porque hablan de alma y de la pureza, lo que las convierte en arte. Ésa es la diferencia que hay entre un desnudo hecho por Rodin y la fotografía de una señora saliendo desnuda del baño tomada en un descuido.

–Si una top-model le manda un e-mail declarándole su amor, ¿lo conquista o debería hacerlo por carta?

–Evidentemente, le diría que le enviaría luego la carta, porque el amor tiene su tiempo, sea el físico o el espiritual. Necesita, lógicamente, un proceso, y el e-mail lo que tiene es que termina convirtiéndolo todo en un amor medio interrumpido, súbito, de urgencia. ¡Qué cosa tan horrible! No hay nada como entretenerse en una carta que luego puedas mandar por un correo electrónico. ¡La manera de enviarlo da igual, como en «El correo del Zar»! Hoy en día lo bueno que tiene la técnica es que te permite la inmediatez, que le viene muy bien al amante que lo quiere todo al momento, pero se puede mandar una carta que se ha escrito durante toda la noche, como le ocurre a los protagonistas de este libro, que se escriben por la mañana y la terminan por la tarde del día siguiente.

–Marina Tsvietáieva le dice directamente a Rilke: «Voy a escribirte quieras o no». Al final son las mujeres las que realmente toman la iniciativa.

–¡Marina es que lo avasalla, es un rayo, un trueno, un águila! Rilke se empequeñece ante ella, no como poeta, sino como persona, pero es curioso ver cómo ella, como todas las mujeres cuando toman la iniciativa, lo que hace lo convierte en bello.

–Leyendo sus cartas al final se llega a la conclusión de que eran más modernos que nosotros con nuestros e-mails.

–La modernidad no está en la tecnología, sólo hay que ver cómo sortean las barreras de la censura, de las fronteras de los países y hoy nos ahogamos en una vaso de agua si no nos cogen el teléfono.

–Recientemente, un enólogo me dijo que hace vinos que se consumirán dentro de 50 años. ¿Cree que ellos escribieron esas cartas de la misma manera?

–Es posible que leídas entonces no tuvieran tanto valor como ahora, que nos parecen ricas y extraordinarias, porque la cercanía muchas veces no nos permite ver lo mágicas que pueden ser las cosas