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Isamay Benavente: «En el flamenco todo tiene cabida, dentro de un orden»

El 23 Festival de Jerez programa 50 espectáculos para disfrutar en las dos próximas semanas

Cartel del 23 Festival de Jerez / Foto: La Razón
Cartel del 23 Festival de Jerez / Foto: La Razónlarazon

Dos bailaores, Joaquín Grilo e Israel Galván, marcan el inicio y el cierre del 23 Festival de Jerez. Dos espectáculos entre los que se encierran 50 citas –con diez estrenos– comprimidas en 16 días, desde este viernes hasta el 9 de marzo, para acercarse a la tradición y a la vanguardia del flamenco, «Nunca hemos sido un festival que haya buscado estrenos porque sí. Es inviable en el flamenco que se le pida a cada artista que venga con un espectáculo nuevo, deben intentar rentabilizarlo uno o dos años, como pasa en el teatro–explica su directora, Ysamay Benavente–. Algunos, como el de Eva Yerbabuena no son estrenos, ni falta que hace. No se puede bailar mejor flamenco que el que baila ella» en «Cuentos de azúcar».

Esta edición está especialmente centrada en el baile y la danza. Y si hay baile, no puede faltar Israel Galván. Su interpretación de «El amor brujo», de Falla, será lo último que vean los aficionados en Jerez este año. El cantaor jerezano David Lagos y el organista Alejandro Rojas-Marcos le acompañarán. «No va a ser un amor brujo tradicional y me apetece mucho porque él siempre abre puertas y ventanas y está siendo la vanguardia del flamenco. No hace nada gratuitamente, todo tienen un porqué, luego te puede llegar o no», asegura Benavente sobre la expectación que levanta cualquier irrupción del bailaor sevillano, que rompió la pasada Bienal de Flamenco revisitando su espectáculo «Arena» en la plaza de toros de La Maestranza –también ha sufrido algún «pinchazo» por la falta de entendimiento con el público con sus coreografías más arriesgadas–.

En el flamenco, siempre hay voces que reclaman inmovilismo y otras en el extremo opuesto. Consciente de ello, la directora del Festival señala unas directrices claras en este sentido. «En el flamenco todo tiene cabida, dentro de un orden. Los espectáculos tienen que ser buenos, tienen que emocionar y llegar al público, independientemente de que sean vanguardia o no .Ese es el límite. Ya cada artista elige su camino, si respeta más la tradición o la usa para evolucionar según su propia creatividad».

Para Benavente, ese movimiento, hacia un lado u otro, demuestra que el arte está vivo. «En el flamenco está pasando de todo y todo muy bueno. Hay artistas que han elegido un camino muy tradicional, Jerez tiene mucha gente que bebe de la tradición y la recrea. Y luego hay otros más innovadores que a partir de la tradición están indagando o simplemente usan el flamenco para contar cosas». En la variedad, ya saben, está el gusto. «El baile desde luego está viviendo una verdadera revolución».

La programación se ha diseñado pensando en quien decide el éxito del certamen, el público, muchos de ellos venidos de fuera atraídos por un certamen que erige a Jerez en capital del flamenco durante dos semanas. «Hemos procurado que si alguien viene tres días vea cosas muy diferentes en ese espacio. Y eso es lo que me gusta, esa diversidad dentro de un mismo festival», concluye su directora.

Mil asistentes a los cursos que llenan espectáculos y calles

Este año está confirmada la asistencia de 1.100 cursillistas, en su mayoría mujeres, venidas de todas partes del mundo: Israel, principalmente de Japón. En estas dos semanas su presencia se deja notar en Jerez, convirtiéndose en parte del paisaje y trasladando el Festival a la calle. «Un lunes o un martes hay seiscientas personas llenando los espectáculos y moviéndose por la ciudad. Supone una inyección turística y económica importante: se alojan y comen aquí o aprovechan para comprar ropa especializada», explica Isamay Benavente.

Hoy arrancan el medio centenar de espectáculos, repartidos en ocho espacios y nueve peñas, y paralelamente se celebrarán 44 cursos. Precisamente a estas cursillistas que acuden a aprender y perfeccionar su técnica, está dedicado este año el cartel del Festival. A los espacios tradicionales, con el teatro Villamarta a la cabeza –del que Benavente también es directora–, se suman la bodega González Byass, el palacio de Villavicencio, las salas Compañía y Paúl y el palacio Villapanés.