Jaén
Juana Rivas 2.0
El caso de María Sevilla, feminista radical, secuestradora y torturadora de sus hijos, a los que mantenía encerrados excepto un rato al atardecer «para que les diera el aire», es la prolongación por la vía de la ideología de género del caso de Juana Rivas. La suerte que tuvo Francesco Arcuri, el esposo de ésta, es que su nacionalidad italiana llevó el caso hasta los tribunales de un país que aún puede darse por civilizado en esta materia, al contrario que España, donde el desdichado marido de la otra chalada quedó atrapado en un sistema discriminatorio que presupone la culpabilidad de alrededor de la mitad de la población, la que orina de pie. La peripecia de las dos maltratadoras confluye en Granada, donde, según todos los indicios, opera una red mafiosa que da cobertura a toda delincuente que quebrante el ordenamiento jurídico para dañar a su cónyuge y, como efecto colateral, a su prole. Por ahí campaba, asalariada de la Administración, Paqui de Maracena, abogada (presunta) sin colegiar que ocultó a durante más de un mes a una fugitiva de la Ley y desde allí también, en la sucursal provincial Podemos, se facilitaron documentos para asistir a la otra en su burla de las resoluciones judiciales, pues se le encomendó una presumible obligación laboral en Jaén para dificultar el cumplimiento de la orden de custodia compartida. Idéntico cachondeíto que la Generalidad con los lazos... pero con vidas humanos por medio. En Andalucía, por cierto, estaban escolarizados dos menores que jamás asistieron a clase sin que saltase ninguna alerta en la Consejería de Educación, cómplice de la escapista por, como mínimo, omisión; aunque el entusiasmo con el que el Homo Juntens, esa curiosa especie, se adhirió a aquella charlotada criminosa de «Juana-está-en-mi-casa» puede mover a peores sospechas.
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