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La Virgen de los Reyes, luz entre las nubes

Monseñor Asenjo tuvo que ser sustituido por el obispo auxiliar de Sevilla al sufrir una indisposición durante la procesión

La Virgen de los Reyes, luz entre las nubes
La Virgen de los Reyes, luz entre las nubeslarazon

Monseñor Asenjo tuvo que ser sustituido por el obispo auxiliar de Sevilla al sufrir una indisposición durante la procesión

El tiempo detenido como si de un sortilegio se tratara. La patrona de la Archidiócesis –la de la ciudad es la Virgen del Pilar; y las copatronas, las hermanas alfareras y mártires Santa Justa y Santa Rufina; la de la Corporación, la Virgen de la Hiniesta–es de estilo gótico y fue tallada en el siglo XIII. El fervor de Sevilla es de carácter atemporal y sin fecha de caducidad. Y románico barroco, sencillo pero desbordado a un tiempo. Miles de sevillanos abarrotaron, como cada 15 de agosto desde tiempos inmemoriales, los alrededores de la Santa Iglesia Catedral para rendir culto a la imagen –entre la historia y la leyenda, imprima la leyenda; venía a decir John Ford– por la que los Reyes reinan. La Catedral abrió sus puertas a las 5:00 y se celebraron tres misas ante el paso de la Virgen, en intervalos de media hora hasta las 6:30. El arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo, tuvo que retirarse de la procesión por una indisposición, cuando el paso hacía la última posa, a la altura de la Puerta de San Miguel. Fue sustituido por el obispo auxiliar, monseñor Santiago Gómez Sierra, que también ofició la misa estacional con motivo de la festividad de la Asunción en el Altar del Jubileo.

Minutos antes de las 8:00, a la sombra que proyecta la Giralda, la temperatura no llegaba a 20 grados y convertía Sevilla en una suerte de Londres en agosto, con nubes que velaban el cielo dejando pasar la luz, jugando a ser papel cebolla, pero no el calor. La Virgen de los Reyes salió a las calles, con sus mil varas de nardos de Cabra en su palio de tumbilla –un clásico desde hace tres generaciones, un siglo, a cargo de la familia Ramos–, con motivo de la fiesta de la Asunción, con su bastón de mando como alcaldesa perpetua, la medalla de oro, las llaves de la ciudad y el fajín de teniente general del infante Don Carlos. Con las campanas de la Giralda repicando a gloria. Banderolas en el tránsito y vallas, algunas sillas de playa y muchos sevillanos llegados de las costas para ver a la Virgen. Tradición en Sevilla es lo que uno hacía con sus abuelos, de niño, y hace con sus hijos, de padre; y con los hijos de los hijos, otra vez de abuelo. Sobre los bancos, para ver mejor a la patrona, los niños en brazos y las señoras que un día fueron niñas. Evocación del tiempo detenido. El paso fue comandado por la familia Bejarano y la música corrió a cargo de la banda del Cuartel del Ejército de Tierra.

La Virgen salió, con un cortejo de 200 personas, con los niños carráncanos al frente y, tras ellos, los fieles de la Asociación Virgen de los Reyes y San Fernando, miembros del Consejo de Hermandades y Cofradías, de la Sacramental del Sagrario, del Cabildo Catedral y de la Real Maestranza. El cortejo comenzó a salir del templo a las 7:40 horas. Tras la patrona, el arzobispo Asenjo y las corporaciones municipal y provincial.

La Virgen lució el manto blanco, el mayor que tiene, con bordados de castillos y leones sobre raso. Se atribuye a un regalo de la reina Isabel II. La última vez que lo lució fue en 2013. A las 9:00, 19 grados, decenas de los miles de asistentes se debatían entre el alimento para el alma o para el cuerpo, entre la misa y el desayuno. La avenida de la Constitución se dispersó en parte. La acción se centró en la Plaza de la Virgen de los Reyes a la espera del momento cumbre. Poco antes de las 9:30 horas, la procesión llegó a la Puerta de los Palos de la Catedral.