Ferias taurinas
Paco Ojeda, last revolution
Dicen de él que se pasaba los toros por donde dictó, a principios de siglo, el mismísimo Juan Belmonte. Paco Ojeda, el último revolucionario, constituye un eslabón fundamental e imprescindible en el toreo de hoy día. Como innovador y transgresor en terrenos y distancias, rompió moldes y abrió nuevos caminos. Durante varias temporadas, con su impactante forma de torear, dejó una impronta en el ruedo, y concibió una escuela que han heredado diestros como José Tomás, Sebastián Castella o Miguel Ángel Perera, por citar sólo algunos nombres. En esta ocasión, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte incorporó la Tauromaquia a sus premios nacionales. Junto con la designación de Ángel Peralta como Medalla de Oro de las Bellas Artes, sonó con fuerza el nombre del maestro Ojeda para la nueva modalidad. Un galardón dotado con cuantía económica, que iba destinado a reconocer los méritos durante el 2012 de una persona o institución que hubiera realizado una labor importante «en favor de los valores culturales» de la Fiesta durante dicho año. Y, «en casos excepcionales», como reconocimiento a una trayectoria profesional. Por tanto, o quisieron comenzar por la excepción o, el planteamiento de Cultura, quizá no haya sido el más adecuado. Porque esta nueva condecoración debió ir hacia otras y nuevas iniciativas, con un carácter emprendedor. Es decir, en otra línea o dirección. Con proyectos que miren hacia el fomento y el futuro de la Fiesta. Así, el Premio Nacional de Tauromaquia otorgado recientemente a Paco Ojeda se antoja insuficiente para un torero de tal envergadura y dimensión. Porque el toreo marismeño de Ojeda, el de las zapatillas clavadas en terrenos inverosímiles, aquel que rompió leyes del espacio y del tiempo creando un nuevo estilo, merecería con mayor acierto la puerta grande y el oro de las Bellas Artes.
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