Andalucía
Profesor y maestro
No hace ni una semana que fue enterrado Julio Manuel de la Rosa, profesor que fue de tantísimos periodistas en el hispalense Centro Español de Nuevas Profesiones, donde se formó aquella llamada Generación del TALGO (tenían que ir a examinarse a Madrid), algunos de cuyos componentes resisten todavía a pie de obra en los pocos sitios en los que aún se puede trabajar. Quienes no alcanzamos a asistir a sus clases lo recordaremos como el miembro exquisito de los «Narraluces» que nos asombró con las hazañas eróticas de Antoñita Cincodedos. Apenas cinco días le sobrevivió un maestro, Nicolás Salas, que también cultivó la prosa excelsa durante una vida de escribidor de periódicos, de los que se separó hace un lustro espantado por los tiempos de penumbra que se avecinaban, y que ya están aquí: «Yo no sé si a los lectores les interesan los textos de más de cien palabras –me dijo en una conversación larga a las puertas de un plató de una televisión local a comienzos de esta década–. A quienes seguro que no les interesa es a los jefes». Palabra de ex director. Cronista por antonomasia de la Sevilla contemporánea, redacto estas líneas junto a su volumen que trata sobre la posguerra civil, una obra de casi 800 páginas de letra apiñada construida sobre una sólida cimentación bibliográfica y varios trienios de visitas a la hemeroteca. Chino mandarín, o sea, para estos chisgarabises ágrafos que se han enfeudado en el lenguaje SEO y en otros cuatro trucos de barraca de feria, atalaya desde la que asesinan un oficio y condenan al destierro a sus más conspicuos profesionales. Salas lo vio venir y marchó al exilio voluntario de su biblioteca, la Ítaca a la que siempre regresan quienes ya lo han dicho todo y sólo desean reencontrarse con lo que dijeron otros.
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