Lucas Haurie
Progre-catolicismo
Los encontronazos de José Chamizo con el Gobierno autonómico, también su esplendidez con algunos colaboradores de libre designación, han descabalgado del puesto de Defensor del Pueblo andaluz a este cura del Campo de Gibraltar que será suplido por otro ex claustrado, Jesús Maeztu, también oriundo de la provincia de Cádiz según se circula una hora en dirección norte. La institución es perfectamente prescindible, aunque el presupuesto no se acerque a las cifras astronómicas que tiene su homóloga en el País Vasco, donde la cosa es un puro despiporre. Pero su mantenimiento y el perfil de sus titulares nos ejemplifica la condición de antigualla ideológica del Bipartito, secundado en este asunto (en lo de no prescindir de ningún gasto superfluo y en lo de habérsele parado los relojes hace veinticinco años) por el Partido Popular. Estos sacerdotes revenidos proceden directamente del tardofranquismo, cuando la HOAC (en la que militó Torrijos) era la única oposición digna de tal nombre. El Papa Wojtyla limpió felizmente la Iglesia de elementos disolventes, más que disolutos, y la clerigalla pseudorrevolucionaria buscó acomodo en los pesebres de la izquierda, con la Junta siempre en vanguardia. Ahí siguen. Tras su fracaso estrepitoso en el adecentamiento a cuenta del Ayuntamiento de Sevilla del Polígono Sur, donde pervive el asentamiento chabolista más añejo de Europa, Maeztu cambia de mamandurria el mismo día en el que sus jefes estrenaron el «remake» demagógico de Robin Hood: príncipe antidesahucios, con Elena Cortés en el papel de Lady Marian.
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