Cine
Superproducción y megaéxito
Seguramente tetanizado por la cercanía, sea un servidor el último escribiente diario de la región que no se ha referido a «La peste», el advenimiento televisivo de la temporada manufacturado –nunca mejor dicho, pues se nota en la realización el toque maestro del artesano– por Alberto Rodríguez, con la valiosa asistencia de Paco Baños en la dirección de algunos episodios. En otra vida, me cupo el honor de trabajar con algunos componentes de un equipo técnico que ha hecho trizas el techo de cristal de la industria audiovisual andaluza y se han convertido en una referencia en Europa. Ahí están los tíos. Más allá del virtuosismo estético de la serie, una perla para quienes padezcan esa patología que los italianos denominan «gusto dell’orrido», y del desigual juego que da un reparto en el que sorprenden, para bien, la solidez de Paco Tous y el desparpajo de Lupe del Junco, llama la atención la actualidad de una trama situada al final del siglo XVI pero vigente en todos los tiempos, al estilo de los tópicos shakesperianos: la muerte, la codicia, el sexo, la corrupción, la pugna entre poderosos y supervivientes, el ansia de gloria, la mujer en el permanente trance de emanciparse, la libertad de pensamiento... Rafael Cobos se revela así, por si alguien lo dudaba después de tres lustros de mili y dos goyas, como el gran guionista español del momento. Más que eso, es un refinado fijador de biotipos: el cani de «7 vírgenes» o el depredador de «La isla mínima», verbigracia. En «La peste», Falete une a su talento creador un trabajo de documentación minucioso, descomunal, imprescindible para recrear el ambiente asfixiante en el que malviven quienes él denomina «los verdaderos protagonistas de la Historia», es decir, los olvidados por la historiografía.
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