Sevilla

Televisiones públicas

En el resumen de los discursos, se dejó para el final a Susana Díaz. Merecemos el respeto de la televisión que en gran parte pagan los ciudadanos andaluces

La presidenta de la Junta, durante su discurso de fin de año, en Granada
La presidenta de la Junta, durante su discurso de fin de año, en Granadalarazon

Comienza un nuevo año y el debate de los medios de comunicación públicos estará, de nuevo, en el ojo del huracán. La Comunidad Valenciana dio el campanazo cuando tomó la dramática medida de cerrar su canal autónomico. Aparte de solidaridad y corporativismo, la pregunta es: ¿puede una sociedad permitirse un canal que tiene una deuda de más de 1.000 millones de euros; que sólo ve el 3% de los espectadores; y que tiene más empleados que A3 y Tele5 juntas? ¿Cuántos puestos de trabajos se podrían crear con semejante despilfarro? Añadamos que todos los entes autonómicos están al servicio del partido gobernante. Señalaba hace pocos días cómo la tele catalana es el mayor altavoz de los delirios independentistas de la coalición gobernante.

TVE, la de todos los españoles, tiene la caída de audiencia mayor, tanto que espera con el discurso del Rey y las campanadas de fin de año poder llegar al 10% de audiencia media anual, cuando hace sólo unos años no tenía ningún programa que bajara de los dos dígitos. Este medio al servicio de todos los españoles puso en su Telediario un resumen de los mensajes de los presidentes, aplicando aquello de que mejor dar alegrías al enemigo. Destacó a Arturo Mas y al lehendakari. Luego fueron pasando los presidentes de Valencia, Galicia, Extrema-dura, Cantabria... Se dejó para el final a la presidenta andaluza y, además, sin ningún plano en el que hablara. Como los demás, paso de cámara y fuera.

A estas alturas, todo el mundo conoce por qué están mis votos donde están mis amigos. Son muchos los que dicen «tengo amigos en todos los partidos». Yo diría que conocidos. Generalmente, uno pasea, cena, se reúne y viaja con los verdaderos amigos y, normalmente, todos suelen tener un color parecido. Digo esto porque algunos pensarán: «Esto lo han hecho los otros mil veces». Cierto, por eso yo voto al PP, para que no se hagan estas cosas. Como andaluz, creo que a nivel institucional hay que respetar el cargo. Por tanto, cuando se «ningunea» a la presidencia de la Junta, no a la persona, hay que estar con Andalucía. Estaría con una presidenta del PP; con la actual; incluso con una de IU, espero que Dios y los votos no permitan semejante situación.

Comentaba el asunto con una persona de gran preparación. Me dijo que se alegraba del trato. «Yo no he votado a los socialistas y menos a esa mujer que ni siquiera se ha presentado». Le dije que me causaban gran sorpresa sus palabras. Primero porque un principio de la democracia es acatar los gobiernos que salen de las urnas, aunque se conformen por una coalición. La actual Constitución –a la que con razón, últimamente, tanto acudimos– lo permite. Aunque es cierto que Susana Díaz no ha sido elegida por el voto popular, el Parlamento, que representa al pueblo, ha aceptado por mayoría absoluta su nombramiento. Le tuve que recordar que la Comunidad de Madrid y su Ayuntamiento están regidos, con toda legalidad constitucional por personas no votadas. Incluso me remonté al nombramiento por el Congreso de Leopoldo Calvo Sotelo, que tuvo que lidiar durante año y medio con la gobernación de España en un periodo tan crucial como el de los juicios de los sublevados el 23F. Su buen hacer permitió que la llegada de Felipe González al poder no fuese traumática.

Además, convendría recordarle al director de los servicios informativos de TVE que Andalucía es nacionalidad histórica, de acuerdo a su estatus; que sus cerca de nueve millones de habitantes la hacen la más poblada; que sus cerca de 90.000 kilómetros son casi el 20% del territorio nacional; que tiene la mayor extensión de costas; que, con los turistas que nos visitan, somos 20 millones de consumidores de los productos de otras comunidades, que tienen en nuestra tierra su primer mercado nacional; que, al contrario que otros que hablan de su propia historia, aquí tuvimos los Reinos de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada. Lo de Al Andalus es la idealización de lo expuesto. Cataluña nunca pasó de ser un Condado dependiente del Reino de Aragón.

En fin, que sin necesidad de ponernos moños, ni de inventar glorias que nunca existieron, merecemos el respeto de la televisión que en gran parte pagan los ciudadanos andaluces. Ya ven el rollazo que les he colocado para decirles que con una discreta televisión estatal para temas institucionales, todo lo demás sobra. Ya presionan suficientemente los distintos gobiernos en los medios privados para que necesiten una voz de su amo en cada autonomía o ciudad.