Sevilla
Utopía real desde Oriente para caminar
Los Reyes Magos repartieron toneladas de caramelos e ilusión en una jornada marcada por el buen tiempo general y la seguridad
Las utopías pueden parecer una forma de garantizar el fracaso. Un fracaso en celofán que esconde la inocencia color chicle. En Málaga, donde el pasado año falleció un menor, los fastos de los Magos de Oriente arrancaron con la carta de un niño de siete años. «Somos pequeños y, lógicamente, esta noche nuestra mayor ilusión será acostarnos temprano para encontrar mañana los regalos que nos habéis traído». La postal de los niños –algunos con corona incluida– contando las paradas de metro o autobús que faltan para llegar; los padres sacando fotos sorteando los nervios previos a la salida a través de una reja y los ríos de gente por las calles en Andalucía el día de las cabalgatas resultaron indivisibles como un número primo.
En Sevilla, a la salida de la estación de Puerta de Jerez los ojos de un niño aguantan la mirada desde un cartel electrónico de Unicef. Occidente deambula por la crisis mientras otras latitudes carecen de más horizonte que la crisis. En la fuente a la Generación del 27, la estampa de los niños jugueteando en derredor evoca certezas bajo el leve sol del invierno. Cualquier tiempo pasado fue anterior. Alberti, Lorca o Salinas contaban alrededor de nueve años cuando José María Izquierdo promovió la Cabalgata del Ateneo tres años después de la muerte de su hermano Ángel, quien dejó sin publicar un texto que decía: «El más alto fin que se podría proponer la caridad particular y la beneficencia pública sería el de procurar que los niños vivieran jugando, y que jugando aprendieran a vivir». Un día de Reyes «ad aeternum», o sea. Junto a la rotonda del Prado de San Sebastián, un puesto de castañas habita a la sombra del árbol de Navidad de Vodafone en la que también es la gran fiesta del capitalismo. El comunismo es onírico, idealista. El capitalismo es realista, admite esfuerzo y azar. La existencia. El día de Reyes abre un puente entre Marx y Adam Smith. Junto al Rectorado, donde salen las carrozas de la capital desde 2011, un transeunte adapta a las sevillanas maneras la teoría de la antesala de la felicidad de Punset. «Hoy se es más feliz que mañana con los regalos. Por el ansia». La felicidad está en el camino. El recorrido de Sus Majestades de Oriente –encarnados este año en Sevilla por Luis Cárceles Márquez, presidente del Colegio de Dentistas; Alberto López Ramos, director general de Producción de España y Portugal de España Sociedad Anónima Compañía de Seguros; y Miguel Guillén, presidente del Real Betis– aglutina tantas personas, o más, que una huelga general. Los Reyes tienen mayor poder de convocatoria que los sindicatos y, que se sepa al menos, no le pasan la factura de los caramelos a la Junta. En torno a las 16:00, el kiosko de los Hermanos Gómez, frente a la Audiencia, era una bulla de Semana Santa con palcos improvisados. Este año, la carroza de Melchor se inspira en el palio de la Virgen de la Palma; el de Gaspar, en el Las Cigarreras; y Baltasar, en el de la Esperanza de Triana. A esa hora, pedir un café se asemejaba a una hazaña espartana. En lugar de «Au, au, au», como en «Los 300», «ojú, ojú, ojú», repetía Manolo, en la acera de enfrente de los Gómez, el siempre afable camarero del Horno de San Bernardo.
María Seco, Jimena López, José María Seco, Jesús Seco, Juan López, Teresa López y María López partieron camino de la Florida pero se tuvieron que quedar junto a la Diputación, siete niños instalados para siempre en la edad de siete años, como el Peter Pan de Bury. A Jimena, la más pequeña, los Reyes le trajeron el primer regalo a varios meses vista: un hermano, Duarte, para primavera. A Javi, de dos años, le tuvo que convencer su madre, Luna, para que saliera sin la aspiradora que le regaló hace un mes su tía María López. La Cabalgata repitió algo tan sevillano como el retraso –en Triana, hasta una barriada se llama El Tardón–, partió con demora y la cogieron a tiempo. La climatología respetó a Sus Majestades. A las 16:37, la Policía desfilaba a caballo por los Jardines de Murillo. Paso ligero, 15 grados. La Estrella o la Virgen de las Angustias recibieron el paso de las 33 cabalgatas con las puertas abiertas. En la zona de la Hermandad de Los Negritos, en la Plaza de Carmen Benítez, el monumento a Machín, «dos gardenias para ti», miraba de reojo el paso, en un punto intermedio entre los juzgados del Prado y el Parlamento de Andalucía, al ex consejero de Empleo Antonio Fernández, entre profesionales del caramelo con bolsas cubriendo los zapatos y números del periódico infantil «El Gancho». De los pocos en los que no fue portada los ERE. A su paso, Pablo Matres, a hombros de su padre Fernando, suspira: «Vaya, por dios». «Qué te pasa, Pablo». «Que se me ha dormido el pie».
En Algeciras, la tradición arrancó arrastrando y dándole puntapiés a las latas, para anunciar la llegada de los Reyes, con unos 30.000 participantes. En Almería, las 14 carrozas de Sus Majestades dejaron 9.000 kilogramos de caramelos blandos aptos para celíacos. Las calles de Jaén se inspiraron en el mundo infantil de la fantasía. Sus nueve carrozas repartieron 6.300 kilogramos de caramelos. En la provincia de Córdoba se distribuyeron miles de kilos de golosinas, juguetes y sorpresas. En Cádiz, donde las diez carrozas se adaptaron con un faldón protector y se prohibió tirar caramelos con las cabalgatas paradas, se contabilizaron seis toneladas de golosinas. A Granada llegaron Sus Majestades en carrozas, barco (Motril, al igual que en Ayamonte o Punta Umbría, en Huelva) o esquís (en Sierra Nevada). Las 20 carrozas de la capital dejaron 15 toneladas de chucherías. En Monachil, Melchor, Gaspar y Baltasar regalaron más de 200 libros infantiles. Higuera de la Sierra, en la provincia onubense, volvió a vivir su tradicional Belén con representaciones bíblicas. En la capital onubense se repartieron 14.500 kilos de caramelos, 144.000 rollitos de serpentinas y 710 kilos de confeti. En Málaga se dispensaron 11.000 kilos de caramelos. El celo en las medidas de seguridad en toda la comunidad, tras el suceso mortal del pasado año, fue la tónica predominante de los cortejos en la comunidad. En su carta a los Reyes, el niño de siete años de Málaga pidió «fe para creer que podemos ser mejores, si nos ayudáis»; «esperanza en un futuro mejor para todos»; y «caridad en nuestros corazones para seguir ayudando a los que lo necesitan». El año pasado, los padres pidieron algo parecido, y los gobiernos dejaron un cinturón. El mayor presente de los Magos de Oriente es que, por más que aceche el fracaso, la utopía sirve para caminar.
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