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Atapuerca, la clave para saber de dónde venimos

Año a año, el yacimiento arqueológico de Atapuerca, en Burgos, arroja una nueva sorpresa, un nuevo fósil con el que recomponer la compleja enciclopedia de la evolución humana, el apasionante libro de lo que somos, escrito hace miles de años y que poco a poco los científicos reconstruyen desde este rincón.

No en vano, la sierra de Atapuerca es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el 2000 y Príncipe de Asturias desde 1997.

Este lugar, del que sólo se ha excavado el 0,0001 %, esconde "la enciclopedia completa de la evolución humana, que aún tardaremos cien años en ordenar", explica a Efe el codirector del yacimiento, Eudald Carbonell.

Pero ¿en qué momento Atapuerca se hizo tan especial?. Hasta 1990, la mayor parte de los expertos sostenían que los primeros pobladores de Europa habían llegado desde África hace medio millón de años.

Apoyaban su teoría una mandíbula descubierta en Heidelberg (Alemania) en 1907 que durante más de 90 años fue considerada el fósil más antiguo de Europa. La especie, en honor al lugar del hallazgo, fue bautizada como Homo heidelbergensis.

Pero en los 80, muchos paleontólogos empezaron a pensar que los primeros hombres habían pisado Europa mucho antes: hace un millón de años, pero carecían de pruebas que confirmaran esta teoría.

El 8 de julio de 1994, Atapuerca ponía punto y final al debate.

Ese día, se recuperaron los restos casi intactos de -al menos- seis individuos (dos niños, dos adolescentes y dos adultos de unos 20 años) que vivieron en la zona hace 800.000 años.

Análisis posteriores lo confirmaron: los primeros homínidos llegaron a Europa hace casi un millón de años y eran además una especie nueva, con características morfológicas diferentes, y bautizados como Homo antecessor, la especie más antigua de Europa y el ancestro común del Homo sapiens (nosotros) y del Neanderthal (la otra especie humana inteligente que habitó Europa hasta su misteriosa extinción hace unos 40.000 años).

Atapuerca subía así al podio de los yacimientos internacionales -junto a los de China y África- aunque sus excepcionales cualidades de conservación y sus dimensiones (casi 6 kilómetros de yacimiento), hacían prever que este rincón castellanoleonés oculta más sorpresas.

En 2007, da un nuevo golpe de autoridad; La Sima del Elefante, una de las cuevas del yacimiento, contiene restos de hace 1,3 millones de años, "posiblemente de Homo antecessor, aunque los últimos estudios apuntan a que podría tratarse de un homínido distinto", puntualiza Carbonell.

Mientras se confirma esta posibilidad, Atapuerca sigue dando alegrías: en junio, la revista Science informaba del hallazgo, en la Sima de los Huesos, de 17 cráneos de 430.000 años de antigüedad, de la especie Homo heidelbergensis pero con rasgos neandertales, es decir, "pueden ser neandertales tan primitivos"que "probablemente sean una nueva especie", detalla el paleontólogo catalán.

Para constatarlo, junto al Max Plank de Alemania, "estamos haciendo los análisis de ADN nuclear, y confiamos que en los próximos meses confirmarán el hallazgo".

El tiempo dirá, pero hasta entonces, parece que Atapuerca ha puesto sobre la mesa otra pieza más del inmenso puzzle que es la evolución humana, que lejos de ser un árbol genealógico lineal, se parece más a un escenario de "Juego de Tronos", con poblaciones muy dinámicas compartiendo o rivalizando por un mismo territorio.

La genética, según Carbonell, "nos está ayudando mucho. Está cambiando la interpretación de muchas cosas. Nos explica los movimientos de las especies y las diferencias genéticas en un mismo género".

Atapuerca es una red de cuevas de piedra caliza horadadas por el agua hace 1,5 millones de años, que fueron visitadas por todas las poblaciones que han pasado por Europa y que permanecieron ocultas hasta finales del XIX: las obras de construcción de un ferrocarril descubrieron este filón arqueológico.

Las excavaciones comenzaron en los 60, y en 1974 el profesor Emiliano Aguirre, paleontólogo de la Complutense de Madrid, puso en marcha un proyecto científico que después pasó a sus tres mejores discípulos: Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro, los tres codirectores del yacimiento.

Cada verano, los tres científicos dirigen una campaña de excavaciones en las que durante cerca de un mes y medio, un equipo de paleontólogos, arqueólogos, geólogos e incluso médicos trabajan a destajo para extraer un material que estudian el resto del año y con el que van reconstruyendo la historia de nuestros ancestros.