Salamanca
«La poesía es algo tan natural como el oleaje del mar»
Publican en Portugal un nuevo poemario el escritor peruano-salmantino, Alfredo Pérez Alencart
Parte de la crítica lo señala como un poeta de una fecundidad pareja a una fuerza expresiva original que propicia celebraciones verbales de alto rango. Lo cierto es que Alfredo Pérez Alencart, peruano-salmantino que hace tiempo adquirió la ciudadanía poética internacional, sigue con esa envidiable proyección que trasciende fronteras. Su nuevo poemario ha sido publicado en Portugal bajo el título «Ante el mar, callé / Em frente do mar, emudeci» (Editora Labirinto, Fafe, 2017, con traducción de Eduardo Aroso).
– ¿Contento con este libro publicado en los dos idiomas ibéricos medulares?
– Así es. Siempre gozo cuando nace un nueva «criatura» mía, pues todas las que llevan mi apellido buscan trasmitir esa pasión que el lenguaje comunica. Este libro lo escribí en español pero lo sentí en portugués. También lo escribí a orillas del mar que baña las costas de la lusitana ciudad de Figueira da Foz.
– ¿Parece que Figueira da Foz es el epicentro de sus versos?
– Hay un evidente anclaje telúrico con el paisaje, mar, ciudad y bosques cercanos incluidos, pero los veintiún poemas no pisan las rayas del descriptivismo. Es un libro donde opero con mi intimidad plena, donde la dimensión sensorial y la exaltación de los sentidos buscan generar todo su esplendor a la hora de honrar a Portugal, de forma concisa, sin esclavizantes topografías ni verticalidades conceptuales. Lo escribí en solo dos madrugadas pero mi relación con Portugal ya entonces había cumplido cinco lustros.
–¿Hay en su poema III, versos como estos: Y soy palabra a la intemperie, cuerpo que sabe de retornos./ Toda comunión parte del asombro, parte del paisaje del alma...?
– La poesía debe estar hecha de persistentes asombros. Al menos la mía pretende andar con ese combustible. El maduro asombro cuando escribí esta serie de poemas, se entroncó al asombro de mi infancia, cuando a los seis o siete años «descubrí» el mar Atlántico. Yo vivía en Puerto Maldonado, en la Amazonía peruana, y durante las vacaciones unos tíos me llevaron a conocer el mar. Quedé callado, marcadamente asombrado, como ya antes la selva y sus ríos habían calado en mí. Lo del cuerpo que sabe de retornos tiene que ver con mi biografía, pues mis abuelos paternos eran de Asturias y Galicia, mientras que mi abuelo paterno, Pedro de Alencar, era brasileño. Entiendo que sus ancestros posiblemente salieron de un pueblo portugués llamado Alenquer.
– ¿En el mismo poema usted dice: «Y oigo plegarias del Atlántico/ hasta que se me humedecen los ojos» ¿El mar que une y que separa?
– Al escribir estos versos pensé en mis padres, pero también en los cientos de miles de portugueses que durante centurias cruzaron los océanos y se instalaron en otras tierras. La poesía es algo tan natural como el oleaje del mar, como las oraciones que se invocan a diario.
–Tiene poemas dedicados a Pessoa, Torga, Unamuno, Amalia Rodrígues...
– Y a todos estos maestros los hago partícipes de mi comunión espiritual, intensa y densa a la vez, donde las referencias, tanto de personas como sensoriales y gozosas, tienden a una trasmutación poética que, sin dejar de ser real, pretenden promover en el ánimo del lector una intensificación de las emociones. Algo así como encender una lucidez interminable o permitir apreciar la luminosidad interna de las imágenes.
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