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La tradición zapatera recobra fuerza con la crisis

La Razón
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salamanca- Valentín Hernández abría su zapatería hace nueve años. «Era un oficio en decadencia, pero ha proliferado». No obstante, al igual que se han puesto en marcha muchos negocios de este tipo, otros tantos han cerrado en los últimos años. «La gente cree que los zapateros y quienes reparan ropa hacemos trabajos como churros, pero no es así. El pastel se reparte cada vez entre más gente», manifiesta.

Con este panorama, tal como indica Valentín, «vivir sólo de la reparación era complicado, a pesar de que es lo que sustenta el negocio, el plato fuerte. Por eso, apostamos por una tienda multiservicios. El resto es un goteo, bienvenido». Este zapatero salmantino reconoce que al inicio de la crisis, el suyo fue un gremio menos azotado por la falta de consumo. «La gente sacaba zapato de otras temporadas y lo acercaba», expone. Una tendencia que ha variado con los años. «Ahora se prefiere comprar calzado barato, sintético, de plástico y muy mala calidad, y muchas veces es contraproducente arreglarlo, a los quince días de haberlo adquirido», dice.

Volcado en su trabajo

Valentín lo reconoce: «echo muchas horas -un mínimo de diez- al día, para conseguir un jornal», a la par que apunta que «cumplo lo que prometo a cada cliente, porque intento evitar lo que a mí a veces me ha pasado: tener que volver más de una vez a por una misma cosa a otros comercios». Por eso, lleva a rajatabla los plazos de entrega. «Normalmente tengo los encargos en un día, o en un máximo de dos», agrega. A pesar de que en los últimos tiempos llegan peticiones de arreglo más complejas -diferentes a los habituales cambios de suelas o de tacones-. «Hay veces en que esas operaciones no merecen económicamente la pena, pero hay que estar a las duras y las maduras y no tirar piedras contra tu propio tejado», argumenta.

En cuanto a las épocas de más trabajo, las sitúa en los cambios de temporada, sobre todo en el paso del verano al otoño. «Hay gente que guarda el calzado de invierno ya listo, y quien al cogerlo de nuevo, lo acerca a la zapatería». Hernández recuerda que no tuvo grandes problemas a la hora de abrir su negocio, porque fue un traspaso. «Tengo conocidos que se han vuelto prácticamente locos porque abrir un comercio supone mucho tiempo y mucho dinero», indica, para añadir después que «no se facilitan nada las cosas, a pesar de que digan que se mejora poco a poco». La contabilidad de su tienda la ha delegado en una gestoría. «Es complicado tocar esos palos, cuando dedicas al trabajo tantas horas», concluye.

Pero, Valentín no está solo. Gabi, un carpintero que sufrió una lesión de espalda, se sumó al negocio con un contrato indefinido. Un gran apoyo para el propietario, que ha podido ganar algo de tiempo libre, tras una época de intenso trabajo que le llevó a abordar esta contratación. «Es mejor ganar un poco menos dinero y tener calidad de vida, que estar atado todo el día, como era mi caso», remarca, convencido, a la par que destierra esa idea de que con dos empleados se gana más; «en mi caso, se reparte el trabajo y se echan menos horas». Sobre su día a día, afirma que «ser autónomo tiene muchas ventajas, y muchos inconvenientes». No obstante, esa afirmación que mucha gente hace: «¡tú trabajas para ti mismo!», él la refuta: «bueno, no me manda nadie, pero sí lo hace todo el mundo, porque yo me encuentro detrás del mostrador y debo dar respuesta a todo el que llega con un encargo».