Castilla y León
La unidad de España
La visita de la consejera de Cultura, Alicia García, a Cataluña, donde están censados más de 240.000 almas de Castilla y León, me ha hecho rememorar los viajes de Jordi Pujol a Burgos y Ataquines (Valladolid) y sus discursos en pro de la unidad de España, algo que su sucesor, Artur Mas, evidentemente ni quiere ni le interesa recordar.
El primer presidente de la Generalitat tras el restablecimiento de la democracia hizo, en noviembre de 1981, su primera salida oficial a la todavía preautonómica Castilla y León para codearse en Burgos con sus bisoñas instituciones, comandadas por José Manuel García-Verdugo. Allí, en el Palacio de la Isla, no se cortó un pelo en proclamar alegatos en pro de la construcción de «una España para todos» y de hacer «el común español», a la vez que expresó bien alto su «plena voluntad» de ser español, sin renunciar por ello a su condición de nacionalista catalán, y de contribuir a la eliminación de los desequilibrios regionales.
Al cabo de trece años, Pujol apadrinó, de nuevo en Burgos, una acción solidaria y cultural: un concierto de la Orquesta del Liceo a favor de la entonces maltrecha Catedral con la asistencia de la reina Sofía. Y en septiembre de 2000 estuvo en la localidad vallisoletana de Ataquines para conmemorar un hecho solidario singular: el centenario de la aportación de una importante suma, realizada por la patronal Fomento del Trabajo, para reconstruir en esa localidad un barrio arrasado por un incendio. Allí, a la vez que le nombraban hijo adoptivo, proclamaba Pujol la vocación de Cataluña de «tirar del carro» de España. ¡Qué palabras y qué tiempos aquellos en los que un «molt honorable president» hablaba de la unidad del Estado!
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