Castilla y León
Semana Santa
Se avecina la Semana Santa, la primera con el Papa Francisco, un regalo divino que en muy pocos días ha permitido a la Iglesia recuperar el pulso y la esperanza. Muchos la entienden como un periodo de reflexión y recogimiento, acompañado de manifestaciones populares en las que se combinan espiritualidad, arte y costumbre. Otros la ven como negocio y oportunidad para hacer caja y algunos la contemplan como una ocasión para tomar unas pequeñas vacaciones. Y hay quien combina estos tres enfoques.Pero, por encima de todo, se trata de una manifestación religiosa, muy arraigada en Castilla y León, basada en unos principios de plena actualidad, como bien recordó el viernes en Valladolid un laico del mundo de la industria y las finanzas que, en sede catedralicia y ante nuestro generoso y discreto arzobispo, fue capaz de conectar la economía con la espiritualidad. El director mundial de fabricación de Renault acertó plenamente al recordar que Dios está en todo y con todos, especialmente en unos momentos en los que la ausencia de valores y el egoísmo han provocado la crisis financiera y su peor consecuencia: el paro que azota a muchas familias como las correas que hicieron lo propio con Jesús antes de la crucifixión. La Semana Santa es, por encima de todo, un compendio de elementos antropológicos y teológicos que dibujan la conmemoración anual cristiana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La manifestación popular de todo ello ofrece en nuestro entorno ricos y notables ejemplos, en los que se entremezclan arte y fervor, que deben alejarse de estériles disputas que nada tienen que ver con la esencia de la celebración. También habló de ello José Vicente de los Mozos en su pregón cuando, comparando las semanas de Zamora y Valladolid, afirmó que no son enemigas sino «voceras del mismo mensaje y se complementan». Así debería de ser con todas las demás.
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