El desafío independentista
Cumpleaños no muy feliz
CDC pondrá a la venta la sede que ocupa el PDeCAT en la calle Provença para adaptarse a su situación económica. El partido neoconvergente no ha logrado despegar en un año de vida
CDC pondrá a la venta la sede que ocupa el PDeCAT en la calle Provença para adaptarse a su situación económica. El partido neoconvergente no ha logrado despegar en un año de vida.
En el primer aniversario desde su fundación, el PDeCAT sigue sin tomar impulso. La nueva marca nació con el objetivo de desterrar el desgaste que arrastraba Convergència y renovar su espacio de acuerdo al nuevo escenario político que ha articulado el «procés». El despegue está siendo lento y lleno de turbulencias. Tanto que a finales de año tendrá que cambiar de sede, ya que CDC –dueña del edificio de la calle Provença, 339– pondrá a la venta el inmueble para adaptarse a sus dificultades económicas y a la previsible multa que podría derivarse de la sentencia del caso Palau.
Lo cierto es que las nuevas siglas no acaban de arraigar ni entusiasmar entre los votantes. La formación no ha conseguido atajar la hemorragia de votos que ya acarreaba CDC y la demoscopia revela un continuo desplome electoral. La gran mayoría de encuestas sitúan al PDeCAT en una horquilla de entre 18 y 23 escaños en unas eventuales elecciones autonómicas, lo que le convertiría en tercera o cuarta fuerza. También, aunque en menor medida, esta tendencia se ha podido detectar en su masa social. Un 40 por ciento de los afiliados a CDC se quedaron por el camino y no hicieron el tránsito hacia la nueva formación: de los 15.000 que constaron en el último registro, solo permanecieron en torno a 10.000, aunque se han asociado unos 2.000 más que no tenían inscripción a ningún partido.
Para suturar esta sangría no han terminado de encontrar la fórmula adecuada. Por falta de estrategia y de liderazgos. El proceso soberanista ha engullido al espacio convergente y ha desdibujado sus señas de identidad mientras ha catapultado a ERC. No ha sido hasta entrado 2017, cuando la dirección del PDeCAT ha empezado a plantear la batalla ideológica y a poner el foco más allá del «procés». Ha sido ahí donde la cúpula del partido se ha abierto a romper la disciplina de voto de Junts pel Sí para poder empezar a marcar perfil con ERC. La coordinadora, Marta Pascal, ha empezado a poner énfasis en que no se repetirá la coalición independentista; o, directamente, el grupo en el Congreso ha iniciado un viraje táctico y se ha postulado como fuerza pactista en busca de volver a ser «útiles» en Madrid.
Bien es cierto que, otra de las razones de ser del PDeCAT, como deshacerse de la corrupción que había abrasado a CDC, se ha sabido gestionar con cierta determinación. En este caso, las maniobras más visibles han sido construir un cordón sanitario sobre la familia Pujol o pedir con inmediatez la dimisión de Germà Gordó tras su imputación en el caso 3 por ciento.
La sombra de la corrupción
No obstante, en algunos momentos, sí se ha visto lastrado por esa dilatada sombra convergente, con el caso Palau como ejemplo, que ha expuesto mucho a la marca después de un largo juicio que ha puesto en continuas dificultades a los neoconvergentes. La sentencia final, prevista para septiembre, amenaza con acentuar el desgaste de la formación.
A estos problemas se ha sumado la ausencia de un liderazgo claro. Artur Mas se ha descolgado tras su inhabilitación por el 9-N, Carles Puigdemont se ha autodescartado y los otros rostros visibles con capacidad para hacerlo –Neus Munté o Santi Vila– todavía no han dado un paso adelante. Es cierto que, cuando se ha abierto el debate, la dirección del partido ha tratado de abortarlo de inmediato. Si bien, la posibilidad de unas elecciones autonómicas planea constantemente y no hay ningún candidato perfilado, escenario que se reproduce de cara a las municipales de 2019.
La lista de dificultades se completa con las divisiones internas. En los últimos días han aflorado estas divergencias a cuenta del cese del conseller de Empresa, Jordi Baiget. El president, con tendencia a ir por libre, desautorizó a la dirección de la formación, que había defendido la continuidad de Baiget, y lo cesó. Esto abrió una tempestad interna y algunas voces tildaron su maniobra de «golpe de Estado». Esta situación alimentó, además, la imagen de cúpula «sin autoridad» que sobrevuela el joven tándem que forman Pascal y Bonvehí. El de ayer no fue un cumpleaños muy feliz.
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