Berlín
El coste de la «embajada» del Govern en Bruselas se eleva a 900.172 euros
El proyecto de presupuestos de 2014 de la Generalitat presentado anteayer refleja un gasto en acción exterior de 16,5 millones, una cifra notablemente inferior a los 26,9 millones que el gobierno de Artur Mas dedicó en el año 2012 (en 2013 se prorrogaron las cuentas). Sin embargo, un análisis detenido de las partidas relacionadas con las relaciones exteriores de la Generalitat revela que los organismos estratégicos en este ámbito prácticamente han doblado sus recursos.
El Diplocat –el aparato diplomático creado por Mas para proyectar a Cataluña en el mundo y para situar a la Generalitat en los organismos internacionales– contaba en 2012 con un presupuesto de 1,4 millones de euros, mientras que ahora su dotación se eleva a 2,6 millones. Es sencillo entender esta notable subida. Basta con fijarse en la memoria de programas que acompaña al proyecto de presupuestos para comprobar que la partida de «programas internacionales y visitas» se ha elevado este año a 50, cuando en 2012 el total previsto era de 6.
Fortalecer la diplomacia
Los objetivos en este campo son muy ambiciosos, ya que la Generalitat pretende «fortalecer las relaciones con el cuerpo diplomático y consular en su conjunto», «potenciar el papel de Cataluña como sede de instituciones, cumbres y reuniones internacionales» e incluso «participar en el diseño de las políticas de la Unión Europea».
Para todo ello, el gobierno de Mas ha llegado a la conclusión de que debe doblar el presupuesto destinado a «delegaciones, oficinas y misiones exteriores», es decir, las famosas «embajadas». Las cinco oficinas que la Generalitat tiene repartidas por el mundo (Bruselas, París, Londres, Berlín y Nueva York) verán reforzada su dotación económica. Si en 2012, la partida era de 1,1 millones, en 2014 su coste alcanzará los 2,2 millones. El presidente catalán no piensa renunciar a deslocalizar estas delegaciones, sino que piensa mantenerlas a pesar de que sus alquileres han aumentado de forma significativa.
La «embajada» de la Generalitat en Bruselas, situada en el corazón de la capital belga, en la Rue de la Loi, a pocos metros de las principales instituciones europeas, tenía un coste de 832.260 euros. Ahora el alquiler de este espacio de 250 metros cuadrados se eleva a 900.172 euros.
Lo mismo ocurre con las instalaciones que la Generalitat tiene arrendadas en la parte noble de la calle Alcalá de Madrid, a pocos metros del Banco de España y del Congreso de los Diputados. El alquiler del centro cultural Blanquerna ya cuesta 455.361 euros, mientras que la delegación de la Generalitat se eleva 275.376 y las tres plazas de aparcamiento totalizan 5.995 euros.
Un año más, la Generalitat se niega a clarificar el resto de los alquileres de sus delegaciones por el mundo, que ocupan espacios de privilegio como una oficina en el imponente edificio Rockefeller de Nueva York.
Con este impulso a la actividad paradiplomática, la Generalitat trata de conseguir algún aliado internacional para la causa independentista que, de momento, ha sido incapaz de hallar. El gobierno de Mas tan sólo ha recibido advertencias en forma acerca de la expulsión de Cataluña la Unión Europea, muchas de ellas procedentes de las propias autoridades que rigen el bloque comunitario.
Pero el presidente de la Generalitat se resiste a asumir esta fatalidad e insiste en apelar al sentido común. ¿Cómo van a expulsar a 7,5 millones de la UE cuando ya forman parte? Éste es el interrogante que sostiene las convicciones de Mas en relación a la continuidad de los catalanes en el club europeo.
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